Bueno, ahora que me ha picado el bichito de Los Juegos del Hambre...¡aprovecho para anunciar que ya tengo historia nueva!
Va a tratar de la hija de Katniss y Peeta, Blue Everdeen, cuando compite en los Juegos del Hambre con su mejor amigo Chase Hawthorne, el hijo de Madge y Gale. La segunda y tercera parte de En Llamas y Sinsajo nunca sucedieron, ya que el presidente Snow ha modelado la familia perfecta con los dos vencedores del Distrito 12, y en seguida Blue y Chase se verán envueltos en el sangriento mundo de los Juegos del Hambre, empezando una oscura y siniestra rebelión...
La segunda idea trata sobre Peeta y Katniss. ¿Qué pasaría si Prim nunca hubiera sido elegida para la cosecha? ¿Y si, encima, Gale fuese el elegido para representar al tributo masculino del Distrito 12? Peeta le demostrará a Katniss que está ahí para ayudarla y que no la dejará sola. ¿Nacerá entre ellos la amistad, o algo más?
Bueno, ahora que he roto esta inactividad, ¡esperad nuevos capítulos! :D
domingo, 29 de mayo de 2011
sábado, 16 de abril de 2011
Tres Años en París - Capítulo 2
-Bonjour! -nos dijo la azafata con una sonrisa amable-. Je suis Heloïne. S'il-vous plaît, demander de l'aide si est nécessaire.
-Bien sûr, madam -contesté yo con un pulcro francés. Caramba, lo dije tan bien que me sorprendí hasta a mí mismo.
La azafata asintió amablemente y se fue. Yo estaba tan chulo, sentado en mi asiento. Acababa de apagar el iPhone, tras poner en mi estado de Tuenti: "volandooo!", y lo tenía metido en el bolsillo del vaquero. Aquel día llevaba una camiseta de Hollister, vaqueros y DCs negras y rojas. Iba sentado entre Benjamín, que leía tranquilamente uno de sus libros de Gerónimo Stilton, y Luisa, que enviaba mensajes con su BlackBerry como si le fuese la vida en ello.
-Tierra llamando a Luisa Castro Vidal, tierra llamando a Luisa Castro Vidal... -repetí con voz monótona, solo por fastidiar.
-Cállate -replicó mi hermana, molesta, sacándome la lengua. Yo solamente puse los ojos en blanco y me reí.
-Tienes que apagarlo -apunté-. O ponerlo en modo avión.
Mi hermana dio un bufido, pero lo puso en modo avión y se recostó en su asiento, suspirando. Cuando ya surcábamos el cielo, entre las esponjosas nubes, Benjamín empezó a darle la lata a Luisa para que le dejase la BlackBerry para jugar, a lo que mi hermana finalmente aceptó, con un gesto aburrido.
-¡Bieen! -exclamó mi hermano.
Entonces se me ocurrió ver a quién estaba enviando mensajes frenéticamente mi hermana. No había que ser un gran genio para saberlo, pero quería estar seguro, así que, fingiendo que me iba al baño, le di el cambiazo a Benjamín del iPhone por la BlackBerry y empecé a cotillear los mensajes de mi hermana. Uno de Estrella, que la invitaba al cine, otro de Margarita, que le decía si se iba a la discoteca...hasta que encontré uno de "Rober", el novio de Luisa. Era el más reciente, mira tú qué casualidad. Empecé a leer con ávida curiosidad, intentando descifrar el enigma que me planteaba el idioma Messenger de mi hermana.
R: ola :)
L: cmo pds poner una cara contenta aora
R: keria dart animos wapa
L: no kiero pensar k no t vere en 3 años...
R: lo pasaremos rapido tranki sabes k t kiero
L: si lo se desde acen 3 años :D
R: bno k nos veremos pronto ya veras en navidades t vas a cagar cuando vengas
L: ya ni puedo sperar a vert y akbo d irm t voi a llamar todos los dias :)
R: ya ves k tu tmbn pones caritas contentas ;)
L: tk un montooon tengo k apagar el movil t llamo cuando llegue a paris tk tk tk
Me quedé de piedra. De repente, me dio un montón de lástima mi hermana, y empecé a entender cómo se sentía. A ver, yo siempre había sabido que lo estaba pasando mal desde que nos dijeron lo de que nos mudábamos, pero vamos, que no me lo esperaba tan fuerte. Ni siquiera sabía que llevaban saliendo ya tres años...pobrecita. Y pobre la factura de teléfono como le llame todos los días...je, je.
En cualquier caso, en seguida volví a mi asiento, y le volví a dar el cambiazo a Benjamín. Lo peor (sí, sí, lo peor) era que Luisa estaba tan absorta que no se dio ni cuenta. Aquello era extrañísimo, ya que ella siempre estaba al acecho por si Benjamín o yo hacíamos una de las nuestras. Sin embargo, estaba contemplando el asiento de delante, tan concentrada en sus propios pensamientos que no podía ni parpadear. Di un suspiro y me recosté en mi asiento, hundiendo la cabeza en el mullido reposa-cabezas del asiento...aquello de ir en primera clase tenía sus ventajas. Empecé a entrecerrar los ojos, sonriéndole al destino en toda la cara y esperando a lo que quisiera que sucediese.
...
...
...
En el próximo capítulo...¡visita a la nueva casa y un paseo por el barrio en el que Alejandro conocerá a algunos de sus vecinos!
Ah, y hago nota ahora para que no se me olvide: voy a estar constantemente usando expresiones en francés.
Bueno, ¡hasta pronto!
Nicky~!
Tres Años en París - Capítulo 1
Bueno, sé que dije que iba a escribir primero "Dos Años en Londres", pero...¡no me he podido resistir a escribir sobre la ciudad de la luz y del amor primero! :D
Bueno, esta historia trata de un chico que se llama Alejandro, que tiene catorce años y se muda a París con sus hermanos Benjamín, de diez años, y Luisa, de dieciséis. A ver en qué desventuras se mete el chico este con sus nuevos amigos, los gemelos Claudia y Edouard.
Bueno, sin más dilación...¡aquí va!
...
...
...
París.
París.
Aquello no sonaba bien en mi cabeza. Estaba casi convencido de que tampoco sonaba bien en la de mis hermanos.
-No puedo creerlo -sentenció Luisa, dando un golpe en la mesa-. No podéis hacerme esto.
-¡Sólo son tres años, Luisita! -exclamó mi padre-. Se pasarán volando.
Mi hermana le miró con lágrimas en los ojos.
-¡No lo entiendes! -explotó de repente-. ¡Aquí lo tengo todo! ¡Mis amigos, mi instituto, mi plan de vida...y a Roberto! ¿Qué voy a hacer en París, eh? ¿Me lo puedes decir? Estoy en primero de bachillerato. ¡Tendría que empezar a ir a la universidad allí!
-La Sorbogne es una de las universidades más prestigiosas del mundo -replicó mi padre, tajante.
Mi hermana no pudo aguantar más y reventó, solamente acertando a llorar desconsoladamente. Ni Benjamín ni yo sabíamos qué hacer: no entendíamos de tías. Quiero decir, somos chicos...no podemos hacer mucho con los dilemas de nuestra hermana mayor.
-A mí me parece bien -comentó Benjamín tras una pausa-. París tiene que ser muy bonito.
-Sí, para ir de viaje -bufé yo-. Pero...¿tres años?
-Es lo que me ha propuesto la multinacional -explicó papá-. Tres años o nada.
-¿Qué tal nada? -sugirió Luisa, en un tono un tanto borde.
-Tendríamos dinero suficiente para que Alex y tú entrases en La Sorbogne -añadió mamá, tratando de hacer sentir a mi hermana mejor.
¡Aquello era una mierda! No me podía creer que mis padres nos fueran a obligar a marcharnos tres años de Madrid. Yo estaba tan bien allí, con mis amigos, mi instituto...vale, no, no tenía novia. La última que había tenido era Elena, pero lo dejamos hacían unas semanas. Pero, ¿y qué? Solo estaba a las mil maravillas. Pero...entrar en una de las mejores universidades del mundo...caray. No podía creerlo. ¿Qué hacer? No quería quedar mal con mis padres, pero no quería hacerle la putada a mi hermana de no apoyarla en un momento tan difícil.
-A mí me da igual -sentencié, levantándome de golpe.
-Entonces ya está todo decidido -sentenció mi padre-. Nos vamos.
-¿Cuándo? -gimió Luisa con debilidad.
-Mi amigo Paul nos ha buscado una buena casa en el centro de la ciudad...seguro que os encanta. Nos mudaremos a fin de mes.
¿Fin de mes? ¿En mitad del curso? Aquello me parecía exagerado. En realidad, no me venía nada mal, porque tenía los parciales a fin de mes, pero aún así...empezar de cero...y en Francia, nada menos. Que yo sabía muy buen francés, no me malinterpretéis, pero me daba mal rollo todo aquello. ¿Qué pasaba si en el instituto nuevo no hacía buenas migas? ¿Y que pasaba si no tenía un francés a la altura de las circunstancias? Aquello mismo le pregunté a mi padre, que me contestó con una sonrisa:
-Todo saldrá bien, Alex. Lo único que tienes que hacer es hincar los codos con el francés, ¿entiendes?
Yo asentí secamente y corrí a mi cuarto a coger mi libro de francés, À Toi!, y empecé a leer todo el temario. Sí que tenía que apretar si quería ser mínimamente normal en París...¡nos marchábamos en a penas dos semanas!
...
...
...
Bueno, eso ha sido todo por ahora :D ¡Pronto habrá más!
Bueno, esta historia trata de un chico que se llama Alejandro, que tiene catorce años y se muda a París con sus hermanos Benjamín, de diez años, y Luisa, de dieciséis. A ver en qué desventuras se mete el chico este con sus nuevos amigos, los gemelos Claudia y Edouard.
Bueno, sin más dilación...¡aquí va!
...
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...
París.
París.
Aquello no sonaba bien en mi cabeza. Estaba casi convencido de que tampoco sonaba bien en la de mis hermanos.
-No puedo creerlo -sentenció Luisa, dando un golpe en la mesa-. No podéis hacerme esto.
-¡Sólo son tres años, Luisita! -exclamó mi padre-. Se pasarán volando.
Mi hermana le miró con lágrimas en los ojos.
-¡No lo entiendes! -explotó de repente-. ¡Aquí lo tengo todo! ¡Mis amigos, mi instituto, mi plan de vida...y a Roberto! ¿Qué voy a hacer en París, eh? ¿Me lo puedes decir? Estoy en primero de bachillerato. ¡Tendría que empezar a ir a la universidad allí!
-La Sorbogne es una de las universidades más prestigiosas del mundo -replicó mi padre, tajante.
Mi hermana no pudo aguantar más y reventó, solamente acertando a llorar desconsoladamente. Ni Benjamín ni yo sabíamos qué hacer: no entendíamos de tías. Quiero decir, somos chicos...no podemos hacer mucho con los dilemas de nuestra hermana mayor.
-A mí me parece bien -comentó Benjamín tras una pausa-. París tiene que ser muy bonito.
-Sí, para ir de viaje -bufé yo-. Pero...¿tres años?
-Es lo que me ha propuesto la multinacional -explicó papá-. Tres años o nada.
-¿Qué tal nada? -sugirió Luisa, en un tono un tanto borde.
-Tendríamos dinero suficiente para que Alex y tú entrases en La Sorbogne -añadió mamá, tratando de hacer sentir a mi hermana mejor.
¡Aquello era una mierda! No me podía creer que mis padres nos fueran a obligar a marcharnos tres años de Madrid. Yo estaba tan bien allí, con mis amigos, mi instituto...vale, no, no tenía novia. La última que había tenido era Elena, pero lo dejamos hacían unas semanas. Pero, ¿y qué? Solo estaba a las mil maravillas. Pero...entrar en una de las mejores universidades del mundo...caray. No podía creerlo. ¿Qué hacer? No quería quedar mal con mis padres, pero no quería hacerle la putada a mi hermana de no apoyarla en un momento tan difícil.
-A mí me da igual -sentencié, levantándome de golpe.
-Entonces ya está todo decidido -sentenció mi padre-. Nos vamos.
-¿Cuándo? -gimió Luisa con debilidad.
-Mi amigo Paul nos ha buscado una buena casa en el centro de la ciudad...seguro que os encanta. Nos mudaremos a fin de mes.
¿Fin de mes? ¿En mitad del curso? Aquello me parecía exagerado. En realidad, no me venía nada mal, porque tenía los parciales a fin de mes, pero aún así...empezar de cero...y en Francia, nada menos. Que yo sabía muy buen francés, no me malinterpretéis, pero me daba mal rollo todo aquello. ¿Qué pasaba si en el instituto nuevo no hacía buenas migas? ¿Y que pasaba si no tenía un francés a la altura de las circunstancias? Aquello mismo le pregunté a mi padre, que me contestó con una sonrisa:
-Todo saldrá bien, Alex. Lo único que tienes que hacer es hincar los codos con el francés, ¿entiendes?
Yo asentí secamente y corrí a mi cuarto a coger mi libro de francés, À Toi!, y empecé a leer todo el temario. Sí que tenía que apretar si quería ser mínimamente normal en París...¡nos marchábamos en a penas dos semanas!
...
...
...
Bueno, eso ha sido todo por ahora :D ¡Pronto habrá más!
James Potter y el Cetro Secreto - Capítulo 7
¡Hola a todos! Este es mi nuevo capítulo, "Número 4 de Baker Street, Hogsmeade", porque, en este capítulo, cierto objeto que le había dado su padre viene a la memoria de James, y prácticamente obliga cierto primo suyo y cierta mejor amiga a cierto pueblecito mágico del norte de Inglaterra...bueno, al caso... ¡disfrutad de esta nueva entrega!
-.-.-.-.-.-.-
-¿QUÉEEEEEEEEEEEEE? -gritó Alice mientras escuchaba a mis palabras-. ¡Estáis locos! ¡De remate! ¡Completamente! ¡Psicópatas!
-Parece que se lo ha tomado mejor de lo que esperábamos -rió mi primo, ganándose una buena colleja de mi amiga, que, furiosa, se atusaba la corbata de Gryffindor.
-Venga, Alice -supliqué-. Sólo una vueltecita. ¡Siempre he querido ir a Hogsmeade! Imagina Zonko's, Hogsmeade, La Cabeza de Puerco...¡Y Tomes and Scrolls!
-Tomes and Scrolls... -repitió Alice-. Es la mayor librería mágica de Inglaterra, incluso más que Flourish and Blotts...
-Y además, podemos ir a mi casa a echar un vistazo -añadió Fred-. Mis padres pasan el tiempo que estamos en Hogwarts en nuestra casa de Hogsmeade.
-Bueno... -la chica asintió y esbozó una sonrisa-. Vale...¡solamente unas horas! Pero...¿cómo iremos?
-De eso no te preocupes -dije yo. Chasqueé los dedos, y en seguida apareció por la puerta de la sala común Fred, cargado con unos trastos que le había dado.
-Cacharros Potter & Weasley S.A. -canturreó Fred-. Primer objeto que utilizaremos: la capa de invisibilidad del padre de James.
Acepté la capa de manos de mi primo y me la eché sobre los hombros, como la tela era translúcida, pude ver el semblante sorprendido de Alice.
-¡Ostras! -exclamó mi amiga-. ¡Ya me acuerdo! Mi padre me contó que el tuyo tenía una tela de esas. Es...¡fascinante!
-Una tela de esas -remedó mi primo-. No es...una tela de esas. ¡Es la tela!
Le pasé la tela a mi amiga, que se la puso en seguida y empezó a correr como loca.
-¿Me veis? No, ¿verdad? -sentí cómo una mano me daba una colleja, pero me di la vuelta y no vi nada-. ¡No sabes donde estooooy, Jamesie!
-Está peor que después de tomarse un café -confirmé a mi primo. Luego alcé la voz-. Ya vale, Ally. Deja de hacer tonterías.
Mi amiga dio un bufido y se quitó la tela. En serio, por muy lista que quisiese parecer, a veces era igual o más inmadura que nosotros. Me la dio y mi primo y amigo sacó del pantalón de sus vaqueros (íbamos con ropa normal porque era sábado por la mañana y acabábamos de venir de desayunar) el Mapa del Merodeador.
-Juro solemnemente que esto es una travesura -recité, apuntando con mi varita al papiro aparentemente en blanco.
En mis manos se desplegó un mapa al completo de Hogwarts, con dónde estaba cada persona en aquel mismo instante. Los tres miramos con fascinación cómo se movía la directora McGonagall por el pasillo, cómo Slughorn escribía tranquilamente en su despacho, o podíamos ver a la profesora Sprout en los invernaderos.
-Entonces...¡venga! -exclamé con energía-. ¡Vámonos ya a Hogsmeade!
-¡Achús! -estornudó Alice mientras entrábamos en el almacén de Hogsmeade-. Todo lleno de polvo...y aquí guardan las chucherías de Hogsmeade...
-No protestes y subamos -repliqué yo-. Venid, por aquí es.
Nos volvimos a echar la capa por encima y salimos del almacén. Llegamos a la tienda, donde inmediatamente me embriagó el olor a golosinas, dulces y chucherías, además de darme directamente en los ojos todas las luces y colorines de la tienda. Pude ver que estaba prácticamente vacía, salvo por un par de pequeños curiosos que iban de acá para allá buscando ocupar su tiempo hasta que empezase en Hogwarts.
Salimos de la tienda y nos quitamos la capa. La guardé en los bolsillos del vaquero hecha una boñiga, junto con el mapa.
-Guardad las varitas -nos indicó Alice-. Tenemos que aparentar tener un año menos.
-Si nos preguntan, somos el hijo y sobrinos de George Weasley -añadió Fred-. Mi padre nos tapará seguro.
Los tres guardamos nuestras respectivas varitas y luego entramos en la tienda poniendo nuestras caritas más angelicales.
-Buenos días -dijo la señora, alzando las cejas-. ¿No sois muy mayores ya? Deberíais de estar en Hogwarts?
-Yo tengo once años, pero empiezo en Hogwarts el año que viene -explicó Alice, que es la más mayor de los tres-. Y ellos dos tienen diez años.
-Entiendo -dijo la señora de la tienda-. En fin, sed libres de coger lo que queráis siempre que tengáis el dinero suficiente.
En aquel momento supe que me iba a calzar las botas con todo lo que había. Cuando contemplé mi botín, tenía de todo un poco: grageas de todos los sabores, ranas de chocolate, varitas de regaliz, calderos de chocolate...y mucho más. Cuando fui a pagar, la señora me lo dio todo en una gran bolsa de colores que tuve que cargar a mi espalda. Cuando vi la de mi primo, poco más pequeña que la mía, comparada con la de Alice, una cosa de unos ocho centímetros de ancho y treinta centímetros de alto, no pude evitar comentar que había cogido demasiadas pocas chucherías.
-¿No será que vosotros habéis cogido demasiadas? -replicó, riendo.
Arrastrando las dos bolsas de golosinas, nos desplazamos a Zonko's, una tienda de paredes naranjas y rojas y con estantes de caoba lleno de bromas.
-Yo voy a Tomes and Scroll's mientras tanto -anunció Alice-. No se me ha perdido nada aquí.
Mi primo y yo lo pasamos de lo lindo, y al final compramos algunos artilugios de bromas que nos vendrían muy bien durante el curso. Tras eso, nos encontramos con Alice, que arrastraba tras de sí con una bolsa que contenía algo así como un millón de libros.
-Y luego dice que nosotros compramos mucho -refunfuñé mientras nos dirigíamos a Sortilegios Weasley, donde esperábamos encontrar a mi tío George.
Llamamos a la puerta de la casa rápidamente, echando una ojeada por si alguno de los vecinos de los Weasley nos reconocía. Un hombre de pelo pelirrojo y barba del mismo color, acompañada por unos grandes ojos azules, nos abrió la puerta.
-¡Chicos! -exclamó-. ¿Qué hacéis aquí?
-Hemos venido a visitarte -dijo Fred, abrazando con fuerza a su padre. En aquel momento, me sentí terriblemente nostálgico, al ver a mi mejor amigo abrazar a su padre. El mío, sin embargo, estaba a muchos kilómetros de allí, y no podría verle hasta dentro de dos meses.
-Ven aquí, muchachote -me dijo mi tío, abrazándome-. Habéis crecido mucho, ¿eh? Bueno, pasad, que como os pille aquí Angelina...
Entramos los tres, y nos sentamos en el salón. El tío George nos contó que mi prima Roxanne había ido el otro día con el colegio, y que la tía Angelina había salido de compras.
-Os tenéis que ir antes de que llegue Angelina... -murmuró George-. Si no me va a caer una buena bronca. Pero mirad, os daré unos regalos... -nos puso en las manos a cada uno una caja de pastillas vomitivas, una caja de gominolas agudas (las que hacen que se te ponga la voz aguda como un pitufo) y un ojo cámara para espiar-. Ahora, marchaos. Como llegue Angelina.
Nos revolvió el pelo a cada uno y nos llevó a la puerta de la casa, donde le abrazamos otra vez y volvimos a Hogsmeade, arrastrando nuestras bolsas.
-¡Volved pronto! -oímos gritar al tío George justo antes de doblar la esquina.
Sonreí. Oh, claro que volvería.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Eso es todo! Bueno, no tengo mucho más que decir. En el próximo capítulo...¡el Festín de Halloween!
Nicky~!
-¿QUÉEEEEEEEEEEEEE? -gritó Alice mientras escuchaba a mis palabras-. ¡Estáis locos! ¡De remate! ¡Completamente! ¡Psicópatas!
-Parece que se lo ha tomado mejor de lo que esperábamos -rió mi primo, ganándose una buena colleja de mi amiga, que, furiosa, se atusaba la corbata de Gryffindor.
-Venga, Alice -supliqué-. Sólo una vueltecita. ¡Siempre he querido ir a Hogsmeade! Imagina Zonko's, Hogsmeade, La Cabeza de Puerco...¡Y Tomes and Scrolls!
-Tomes and Scrolls... -repitió Alice-. Es la mayor librería mágica de Inglaterra, incluso más que Flourish and Blotts...
-Y además, podemos ir a mi casa a echar un vistazo -añadió Fred-. Mis padres pasan el tiempo que estamos en Hogwarts en nuestra casa de Hogsmeade.
-Bueno... -la chica asintió y esbozó una sonrisa-. Vale...¡solamente unas horas! Pero...¿cómo iremos?
-De eso no te preocupes -dije yo. Chasqueé los dedos, y en seguida apareció por la puerta de la sala común Fred, cargado con unos trastos que le había dado.
-Cacharros Potter & Weasley S.A. -canturreó Fred-. Primer objeto que utilizaremos: la capa de invisibilidad del padre de James.
Acepté la capa de manos de mi primo y me la eché sobre los hombros, como la tela era translúcida, pude ver el semblante sorprendido de Alice.
-¡Ostras! -exclamó mi amiga-. ¡Ya me acuerdo! Mi padre me contó que el tuyo tenía una tela de esas. Es...¡fascinante!
-Una tela de esas -remedó mi primo-. No es...una tela de esas. ¡Es la tela!
Le pasé la tela a mi amiga, que se la puso en seguida y empezó a correr como loca.
-¿Me veis? No, ¿verdad? -sentí cómo una mano me daba una colleja, pero me di la vuelta y no vi nada-. ¡No sabes donde estooooy, Jamesie!
-Está peor que después de tomarse un café -confirmé a mi primo. Luego alcé la voz-. Ya vale, Ally. Deja de hacer tonterías.
Mi amiga dio un bufido y se quitó la tela. En serio, por muy lista que quisiese parecer, a veces era igual o más inmadura que nosotros. Me la dio y mi primo y amigo sacó del pantalón de sus vaqueros (íbamos con ropa normal porque era sábado por la mañana y acabábamos de venir de desayunar) el Mapa del Merodeador.
-Juro solemnemente que esto es una travesura -recité, apuntando con mi varita al papiro aparentemente en blanco.
En mis manos se desplegó un mapa al completo de Hogwarts, con dónde estaba cada persona en aquel mismo instante. Los tres miramos con fascinación cómo se movía la directora McGonagall por el pasillo, cómo Slughorn escribía tranquilamente en su despacho, o podíamos ver a la profesora Sprout en los invernaderos.
-Entonces...¡venga! -exclamé con energía-. ¡Vámonos ya a Hogsmeade!
***
-¡Achús! -estornudó Alice mientras entrábamos en el almacén de Hogsmeade-. Todo lleno de polvo...y aquí guardan las chucherías de Hogsmeade...
-No protestes y subamos -repliqué yo-. Venid, por aquí es.
Nos volvimos a echar la capa por encima y salimos del almacén. Llegamos a la tienda, donde inmediatamente me embriagó el olor a golosinas, dulces y chucherías, además de darme directamente en los ojos todas las luces y colorines de la tienda. Pude ver que estaba prácticamente vacía, salvo por un par de pequeños curiosos que iban de acá para allá buscando ocupar su tiempo hasta que empezase en Hogwarts.
Salimos de la tienda y nos quitamos la capa. La guardé en los bolsillos del vaquero hecha una boñiga, junto con el mapa.
-Guardad las varitas -nos indicó Alice-. Tenemos que aparentar tener un año menos.
-Si nos preguntan, somos el hijo y sobrinos de George Weasley -añadió Fred-. Mi padre nos tapará seguro.
Los tres guardamos nuestras respectivas varitas y luego entramos en la tienda poniendo nuestras caritas más angelicales.
-Buenos días -dijo la señora, alzando las cejas-. ¿No sois muy mayores ya? Deberíais de estar en Hogwarts?
-Yo tengo once años, pero empiezo en Hogwarts el año que viene -explicó Alice, que es la más mayor de los tres-. Y ellos dos tienen diez años.
-Entiendo -dijo la señora de la tienda-. En fin, sed libres de coger lo que queráis siempre que tengáis el dinero suficiente.
En aquel momento supe que me iba a calzar las botas con todo lo que había. Cuando contemplé mi botín, tenía de todo un poco: grageas de todos los sabores, ranas de chocolate, varitas de regaliz, calderos de chocolate...y mucho más. Cuando fui a pagar, la señora me lo dio todo en una gran bolsa de colores que tuve que cargar a mi espalda. Cuando vi la de mi primo, poco más pequeña que la mía, comparada con la de Alice, una cosa de unos ocho centímetros de ancho y treinta centímetros de alto, no pude evitar comentar que había cogido demasiadas pocas chucherías.
-¿No será que vosotros habéis cogido demasiadas? -replicó, riendo.
Arrastrando las dos bolsas de golosinas, nos desplazamos a Zonko's, una tienda de paredes naranjas y rojas y con estantes de caoba lleno de bromas.
-Yo voy a Tomes and Scroll's mientras tanto -anunció Alice-. No se me ha perdido nada aquí.
Mi primo y yo lo pasamos de lo lindo, y al final compramos algunos artilugios de bromas que nos vendrían muy bien durante el curso. Tras eso, nos encontramos con Alice, que arrastraba tras de sí con una bolsa que contenía algo así como un millón de libros.
-Y luego dice que nosotros compramos mucho -refunfuñé mientras nos dirigíamos a Sortilegios Weasley, donde esperábamos encontrar a mi tío George.
Llamamos a la puerta de la casa rápidamente, echando una ojeada por si alguno de los vecinos de los Weasley nos reconocía. Un hombre de pelo pelirrojo y barba del mismo color, acompañada por unos grandes ojos azules, nos abrió la puerta.
-¡Chicos! -exclamó-. ¿Qué hacéis aquí?
-Hemos venido a visitarte -dijo Fred, abrazando con fuerza a su padre. En aquel momento, me sentí terriblemente nostálgico, al ver a mi mejor amigo abrazar a su padre. El mío, sin embargo, estaba a muchos kilómetros de allí, y no podría verle hasta dentro de dos meses.
-Ven aquí, muchachote -me dijo mi tío, abrazándome-. Habéis crecido mucho, ¿eh? Bueno, pasad, que como os pille aquí Angelina...
Entramos los tres, y nos sentamos en el salón. El tío George nos contó que mi prima Roxanne había ido el otro día con el colegio, y que la tía Angelina había salido de compras.
-Os tenéis que ir antes de que llegue Angelina... -murmuró George-. Si no me va a caer una buena bronca. Pero mirad, os daré unos regalos... -nos puso en las manos a cada uno una caja de pastillas vomitivas, una caja de gominolas agudas (las que hacen que se te ponga la voz aguda como un pitufo) y un ojo cámara para espiar-. Ahora, marchaos. Como llegue Angelina.
Nos revolvió el pelo a cada uno y nos llevó a la puerta de la casa, donde le abrazamos otra vez y volvimos a Hogsmeade, arrastrando nuestras bolsas.
-¡Volved pronto! -oímos gritar al tío George justo antes de doblar la esquina.
Sonreí. Oh, claro que volvería.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Eso es todo! Bueno, no tengo mucho más que decir. En el próximo capítulo...¡el Festín de Halloween!
Nicky~!
Ampliación de Idea
¿Os acordáis de la historia "Dos años en Londres"? Pues ya estoy escribiendo el primer capítulo, pero se me ha ocurrido una idea: una serie de historias sobre adolescentes y sus familias que se mudan a distintos lugares del mundo. Se llamaría "Crónicas de Viajes" y tengo ya algunos títulos:
- Dos años en Londres
- Cinco años en Nueva York
- Un Año en Philadelphia
- Tres años en París
- Cuatro años en Madrid
- Un año en Tokyo
- Un año en Atenas
- Un año en Roma
La única relación que tendrían sería que son unas familias que se mudan desde España a otro lugar, pero las situaciones, amistades y demás son completamente distintas.
¿Qué os parece?
¡Nos vemos en el Cruce de Historias!
El Nuevo Campamento - Capítulo 2
Bueno, aquí va el segundo capítulo de mi primera historia de Percy Jackson ^^ Este tratará esencialmente de la primera actividad de una de las cuatro partes del primer día...la clase de tiro con arco... ¡Espero que os guste!
-.-.-.-.-.-.-.-.-
Tras el desayuno, los veinticuatro semidioses que en aquel momento poblaban el campamento siguieron a Quirón hasta el centro del campamento, donde había una esplendorosa fuente con aguas cristalinas. Lucas a penas pudo resistirse a la tentación de tratar de levantar el agua y echársela toda a Xavier en la cabeza, aunque su hermana Martina se lo había prohibido terminantemente. El chico, con un suspiro resignado, había mirado al centauro con expresión aburrida, lo mismo que a los profesores en el colegio.
-Os explico -dijo Quirón-. Tenemos cuatro actividades hoy: tiro con arco, lucha de espadas, supervivencia y griego clásico.
Todo el mundo pareció conforme con las actividades elegidas, por lo que siguieron al centauro hasta la pista de tiro con arco, donde cada uno se hizo con un carcaj y unas flechas y se dividieron en grupos para practicar. El primero estaba formado por cuatro grupos de seis, como los había dispuesto Quirón.
-Grupo Uno: Alex, Molly, Sally, Lucas, Martina y Mario. El segundo grupo es: Louis, Francis, Max, Bea, Martha y Rachel. El tercero: James, Andrew, Alfred, Angie, Lisa y Peter. Y el cuarto: Xavier, Jay, Mia, Manny, John, Anthony. Bueno, ya podéis empezar.
Al partirse los grupos, el primero rápidamente se puso en marcha con sus prácticas.
-¡Qué bien, Sally! -exclamó Molly, abrazando a su hermana-. ¡Estamos las dos en el mismo grupo!
-Sí -rió su hermana en conveniencia.
Los seis empezaron a practicar, y, mientras que Martina apuntaba, los demás observaban su técnica, sentados todos en unas rocas. Alex le estaba explicando algo a Lucas sobre las navajas suizas, y el hijo de Poseidón parecía bastante interesado por el tema. Mientras tanto, Molly y Sally hablaban juntas, mientras que Max se ataba los zapatos en silencio.
-Y tú, ¿qué? -inquirió Sally, dirigiéndose al chico pelirrojo-. Seguro que se te da genial el tiro con arco.
-¿Cómo lo sabes? -contestó Max, alzando la cabeza.
-Lo he leído en alguna parte -explicó la chica, sonriendo. Le encantaba mostrar sus capacidades a los demás. Además, no sabía por qué, pero aquel Mario le estaba cayendo bastante bien. Al poco rato, los tres habían empezado a conversar animadamente, hasta que Martina se sentó, anunciando Quirón el cambio de tirador.
-Te toca -indicó Martina a Molly, sentándose con su hermano y Alex. La chica meneó la cabeza-. No estaréis hablando de cuchillos, no?
-Le estaba contando cómo se hacen las navajas suizas -replicó Alex, un tanto ofendido.
-Ay, bueno, perdone usted -rió Martina, levantando las manos, fingiendo disculpas-. Pero lo último que me faltaba para quitarme el sueño era tener un hermano con cuchillo...
-Pues me he traído el set de navajas que me regaló mi tío -contó Lucas de una risotada.
-Eres un incordio, ¿sabes? -dijo Martina, poniendo los ojos en blanco y dándole un puñetazo amistoso a su hermano. En el fondo, aunque muy en el fondo, sabía que aquellos dos chicos iban a ser grandes amigos suyos.
Mientras tanto, en el segundo grupo, también se habían formado corritos de amistades. Louis y Francis parecían estar de acuerdo en algo sobre béisbol, que habían descubierto como coincidencia en ambos.
-Qué raro, yo pensaba que los de Atenea erais unos empollones -rió Louis. Obviamente no pensaba eso realmente, solamente lo decía por fastidiar a su nuevo amigo.
-Lo que tú digas -bufó Francis-. ¿De qué equipo eres?
-San Francisco 76ers -respondió Louis con orgullo.
-¡Pero si ese equipo es el peor! -exclamó Francis-. Yo soy de los Phillies de Philadelphia.
-¡Oye! -exclamó el hijo de Apolo-. Que ganaron la liga hace ocho años.
-Pues vaya -rió Francis-. Los Phillies la ganaron hace dos. Solamente que la última liga la ganaron los Red Sox.
Mientras los dos muchachos mantenían un tremendo debate sobre cuál de los dos equipos era mejor, Bea puso los ojos en blanco.
-Sólo tengo una palabra para estos dos: increíbles -suspiró.
-...mente estúpidos -terminó Martha, a su lado.
Las dos chicas rieron. Al ver que los otros dos se giraban a ver qué pasaba, en seguida menearon la cabeza como para decirles que no iba con ellos. Francis se encogió de hombros y siguió hablando de algún equipo de Iowa, ante lo cual las dos chicas no pudieron evitar reír otra vez.
Mike estaba sentado en una piedra, algo así como meditando. Su hermano Louis le había ofrecido sentarse con él y Francis, pero Mike había sentido que lo interrumpiría en su conversación. Sin embargo, cuando Rachel llegó a darle a Martha el arco y se sentó a su lado, el chico comentó:
-¿Qué te parece el campamento?
-Pues está bien -contestó Rachel, algo sorprendida por su repentina pregunta.
-¿Y tus hermanos?
-Bueno, Peter es un pequeño incordio, pero... -la chica esbozó una sonrisa-. Es un buen chico, ¿sabes? En el fondo me cae bien.
-A mí mis hermanos me caen bien -explicó Mike, riendo-, aunque Alfred está en otro grupo y parece que Louis ha encontrado un buen amigo en Francis. No lo culpo, me alegra que haya hecho buenos amigos.
-A mí me pasa lo mismo -convino Rachel-. La única persona con la que había hablado hasta ahora desde que llegamos ha sido Peter.
-La verdad es que pareces simpática -comentó Mike.
-Bueno...supongo... -musitó Rachel, sonriendo con timidez.
¿Por qué le estaba dando la impresión a Rachel de que aquel chico de pelo castaño llegaría a ser uno de sus mejores amigos?
El tercer grupo también estaba repartido en grupitos, que reían, comentaban o simplemente hablaban de sus vidas.
-Y entonces fui y le dije a la niña, "¡pero si no toca carne hoy!" -concluyó Andrew, narrándole una de sus peripecias por el mundo a su nuevo amigo Alfred.
Su amigo estalló en carcajadas bien sonoras que se pudieron escuchar por todo el campus.
-¡Ja, ja, ja! -rió-. Esa ha sido buena, Drew.
-¿Y tú, Al? -inquirió el chico de gafas naranjas-. ¿A ti no te ha pasado nada de eso antes?
-Bueno, yo no soy muy de gamberradas -explicó el chico de pelo negro.
-Ah, conque eres un buenecito, ¿no? -rió Andrew-. Bueno, da lo mismo. Está bien. Ya te enseñaré yo a gastar buenas bromas...
-Eso espero -dijo Alfred, riendo.
Mientras tanto, Lisa tenía su nariz sumergida en uno de los libros que estaba leyendo, Romeo y Julieta.
-Te pareces más a mamá de lo que piensas -comentó Angie de repente.
La chica levantó la cabeza.
-¿Por qué lo dices? -preguntó, algo malhumorada. No le gustaba que la relacionasen con Afrodita.
-¿Qué género literario te gusta más?
-Pues...supongo que el romance clásico...
-¿Y tu peli favorita?
-Titanic, sin ninguna duda.
-¡Ves! -exclamó Angie-. En el fondo, quieras que no, aparte de la belleza has sacado algo más. Vale, puede que no seas una idiota, pija de remate como Mia, pero...tampoco es malo ser hija de Afrodita, ¿oyes? Tienes que saberlo.
Lisa hizo un pequeño mohín, pero luego asintió lentamente.
-Tienes razón -admitió-. Supongo que no está tan mal. Además, me divierte insultar a esa estúpida.
Las dos chicas rieron, y vieron cómo James y Peter hacían lo mismo, pero por motivos bastante distintos.
-¿En serio que le tiraste un huevo crudo a la cabeza? -rió Peter escandalosamente, con su habitual voz chillona.
-Pues sí -admitió James-. La verdad es que Annie ya me estaba poniendo de los nervios, reventé y...¡cataplún! Huevo crudo que le cayó en todo el pelo.
-¡Qué malo eres! -rió Peter.
Los dos chicos siguieron riendo como locos ante las tonterías que decía cada uno, conociéndose los dos uno mejor al otro.
El cuarto grupo no iba tan bien como esperaban. Se habían dividido en dos grupos: Mia, Xavier y Jay, y Manny, John y Anthony. Los tres primeros estaban sentados en tres rocas distintas. Mia se estaba pintando las uñas de un color rosa fosforito de lo más hortera, mientras que Jay le daba unos chutes a su balón de fútbol y Xavier la miraba con extrañeza.
-Las niñas de Afrodita seréis unas pijas -apuntó el chico con descaro-. Pero tú al menos estás buenísima.
-Eso ya lo sé, ricura -replicó Mia-. Pero tendrías que ver a las parias de mis hermanas. Son unas horteras, y unas buenecillas...
-Tampoco están mal -replicó Jay mientras chutaba el balón con fuerza.
Los tres quedaron en silencio. La verdad era que eran el grupo más prepotente de todo el campamento, pero a ellos les gustaba así, aunque Jay podía ser mucho mejor de lo que aparentaba, le gustaba ser así por la inseguridad de no caerle bien a sus amigos si mostraba su auténtico ser.
Mientras tanto, los otros tres miembros del equipo estaban sentados en silencio. Manny estaba sentado en silencio con semblante serio, mientras que John estaba tirado sobre la hierba, mirando las nubes. Anthony probaba sus zapatillas distraídamente.
-Son chulas las zapas -comentó Manny un rato después.
-Gracias -dijo Anthony-. Regalo de mi padre. Mis hermanos también las tienen, pero he sido el único que se las ha puesto para venir aquí.
-¿Puedes volar? -inquirió John, levantando la cabeza.
-No sé muy bien aún -explicó el perezoso muchacho-. La verdad es que no tengo muchas ganas de volar, de todas formas. Cuesta un montón elevar el vuelo...y no hay ganas, realmente.
Manny no dijo nada. Le parecía raro, pero había entablado una buena amistad con su hermano y el chico vago de Hermes. Quién lo diría...él, que siempre había sido un lobo solitario, tenía dos buenos amigos...por primera vez se sintió bien. Como si hubiese cambiado.
Eso era lo que siempre le había faltado.
-.-.-.-.-.-.-.-
¡Espero que os haya gustado! He tardado una semana o así desde la última vez que publiqué, pero es que he estado súper ocupada con el insti y tal...solamente me ha dado tiempo de publicar algo en el otro blog de cuando en cuando @_@
En cualquier caso, ¡espero que haya llegado a la altura!
Introduzco aquí unas pequeñas notas, como las parejas de mejores amigos de cada uno (sí, sí, así son también en la realidad). Ah, y los grupos elegidos para las actividades se mantendrán siempre, salvo cuando se atrape la bandera, que se fusionarán en dos equipos, y son grupos de los amigos más cercanos en los casos de los tres primeros grupos. Ahora sí, las parejas de mejores amig@s (hay cuatro tríos de amigos):
-Os explico -dijo Quirón-. Tenemos cuatro actividades hoy: tiro con arco, lucha de espadas, supervivencia y griego clásico.
Todo el mundo pareció conforme con las actividades elegidas, por lo que siguieron al centauro hasta la pista de tiro con arco, donde cada uno se hizo con un carcaj y unas flechas y se dividieron en grupos para practicar. El primero estaba formado por cuatro grupos de seis, como los había dispuesto Quirón.
-Grupo Uno: Alex, Molly, Sally, Lucas, Martina y Mario. El segundo grupo es: Louis, Francis, Max, Bea, Martha y Rachel. El tercero: James, Andrew, Alfred, Angie, Lisa y Peter. Y el cuarto: Xavier, Jay, Mia, Manny, John, Anthony. Bueno, ya podéis empezar.
Al partirse los grupos, el primero rápidamente se puso en marcha con sus prácticas.
-¡Qué bien, Sally! -exclamó Molly, abrazando a su hermana-. ¡Estamos las dos en el mismo grupo!
-Sí -rió su hermana en conveniencia.
Los seis empezaron a practicar, y, mientras que Martina apuntaba, los demás observaban su técnica, sentados todos en unas rocas. Alex le estaba explicando algo a Lucas sobre las navajas suizas, y el hijo de Poseidón parecía bastante interesado por el tema. Mientras tanto, Molly y Sally hablaban juntas, mientras que Max se ataba los zapatos en silencio.
-Y tú, ¿qué? -inquirió Sally, dirigiéndose al chico pelirrojo-. Seguro que se te da genial el tiro con arco.
-¿Cómo lo sabes? -contestó Max, alzando la cabeza.
-Lo he leído en alguna parte -explicó la chica, sonriendo. Le encantaba mostrar sus capacidades a los demás. Además, no sabía por qué, pero aquel Mario le estaba cayendo bastante bien. Al poco rato, los tres habían empezado a conversar animadamente, hasta que Martina se sentó, anunciando Quirón el cambio de tirador.
-Te toca -indicó Martina a Molly, sentándose con su hermano y Alex. La chica meneó la cabeza-. No estaréis hablando de cuchillos, no?
-Le estaba contando cómo se hacen las navajas suizas -replicó Alex, un tanto ofendido.
-Ay, bueno, perdone usted -rió Martina, levantando las manos, fingiendo disculpas-. Pero lo último que me faltaba para quitarme el sueño era tener un hermano con cuchillo...
-Pues me he traído el set de navajas que me regaló mi tío -contó Lucas de una risotada.
-Eres un incordio, ¿sabes? -dijo Martina, poniendo los ojos en blanco y dándole un puñetazo amistoso a su hermano. En el fondo, aunque muy en el fondo, sabía que aquellos dos chicos iban a ser grandes amigos suyos.
***
Mientras tanto, en el segundo grupo, también se habían formado corritos de amistades. Louis y Francis parecían estar de acuerdo en algo sobre béisbol, que habían descubierto como coincidencia en ambos.
-Qué raro, yo pensaba que los de Atenea erais unos empollones -rió Louis. Obviamente no pensaba eso realmente, solamente lo decía por fastidiar a su nuevo amigo.
-Lo que tú digas -bufó Francis-. ¿De qué equipo eres?
-San Francisco 76ers -respondió Louis con orgullo.
-¡Pero si ese equipo es el peor! -exclamó Francis-. Yo soy de los Phillies de Philadelphia.
-¡Oye! -exclamó el hijo de Apolo-. Que ganaron la liga hace ocho años.
-Pues vaya -rió Francis-. Los Phillies la ganaron hace dos. Solamente que la última liga la ganaron los Red Sox.
Mientras los dos muchachos mantenían un tremendo debate sobre cuál de los dos equipos era mejor, Bea puso los ojos en blanco.
-Sólo tengo una palabra para estos dos: increíbles -suspiró.
-...mente estúpidos -terminó Martha, a su lado.
Las dos chicas rieron. Al ver que los otros dos se giraban a ver qué pasaba, en seguida menearon la cabeza como para decirles que no iba con ellos. Francis se encogió de hombros y siguió hablando de algún equipo de Iowa, ante lo cual las dos chicas no pudieron evitar reír otra vez.
Mike estaba sentado en una piedra, algo así como meditando. Su hermano Louis le había ofrecido sentarse con él y Francis, pero Mike había sentido que lo interrumpiría en su conversación. Sin embargo, cuando Rachel llegó a darle a Martha el arco y se sentó a su lado, el chico comentó:
-¿Qué te parece el campamento?
-Pues está bien -contestó Rachel, algo sorprendida por su repentina pregunta.
-¿Y tus hermanos?
-Bueno, Peter es un pequeño incordio, pero... -la chica esbozó una sonrisa-. Es un buen chico, ¿sabes? En el fondo me cae bien.
-A mí mis hermanos me caen bien -explicó Mike, riendo-, aunque Alfred está en otro grupo y parece que Louis ha encontrado un buen amigo en Francis. No lo culpo, me alegra que haya hecho buenos amigos.
-A mí me pasa lo mismo -convino Rachel-. La única persona con la que había hablado hasta ahora desde que llegamos ha sido Peter.
-La verdad es que pareces simpática -comentó Mike.
-Bueno...supongo... -musitó Rachel, sonriendo con timidez.
¿Por qué le estaba dando la impresión a Rachel de que aquel chico de pelo castaño llegaría a ser uno de sus mejores amigos?
***
El tercer grupo también estaba repartido en grupitos, que reían, comentaban o simplemente hablaban de sus vidas.
-Y entonces fui y le dije a la niña, "¡pero si no toca carne hoy!" -concluyó Andrew, narrándole una de sus peripecias por el mundo a su nuevo amigo Alfred.
Su amigo estalló en carcajadas bien sonoras que se pudieron escuchar por todo el campus.
-¡Ja, ja, ja! -rió-. Esa ha sido buena, Drew.
-¿Y tú, Al? -inquirió el chico de gafas naranjas-. ¿A ti no te ha pasado nada de eso antes?
-Bueno, yo no soy muy de gamberradas -explicó el chico de pelo negro.
-Ah, conque eres un buenecito, ¿no? -rió Andrew-. Bueno, da lo mismo. Está bien. Ya te enseñaré yo a gastar buenas bromas...
-Eso espero -dijo Alfred, riendo.
Mientras tanto, Lisa tenía su nariz sumergida en uno de los libros que estaba leyendo, Romeo y Julieta.
-Te pareces más a mamá de lo que piensas -comentó Angie de repente.
La chica levantó la cabeza.
-¿Por qué lo dices? -preguntó, algo malhumorada. No le gustaba que la relacionasen con Afrodita.
-¿Qué género literario te gusta más?
-Pues...supongo que el romance clásico...
-¿Y tu peli favorita?
-Titanic, sin ninguna duda.
-¡Ves! -exclamó Angie-. En el fondo, quieras que no, aparte de la belleza has sacado algo más. Vale, puede que no seas una idiota, pija de remate como Mia, pero...tampoco es malo ser hija de Afrodita, ¿oyes? Tienes que saberlo.
Lisa hizo un pequeño mohín, pero luego asintió lentamente.
-Tienes razón -admitió-. Supongo que no está tan mal. Además, me divierte insultar a esa estúpida.
Las dos chicas rieron, y vieron cómo James y Peter hacían lo mismo, pero por motivos bastante distintos.
-¿En serio que le tiraste un huevo crudo a la cabeza? -rió Peter escandalosamente, con su habitual voz chillona.
-Pues sí -admitió James-. La verdad es que Annie ya me estaba poniendo de los nervios, reventé y...¡cataplún! Huevo crudo que le cayó en todo el pelo.
-¡Qué malo eres! -rió Peter.
Los dos chicos siguieron riendo como locos ante las tonterías que decía cada uno, conociéndose los dos uno mejor al otro.
***
El cuarto grupo no iba tan bien como esperaban. Se habían dividido en dos grupos: Mia, Xavier y Jay, y Manny, John y Anthony. Los tres primeros estaban sentados en tres rocas distintas. Mia se estaba pintando las uñas de un color rosa fosforito de lo más hortera, mientras que Jay le daba unos chutes a su balón de fútbol y Xavier la miraba con extrañeza.
-Las niñas de Afrodita seréis unas pijas -apuntó el chico con descaro-. Pero tú al menos estás buenísima.
-Eso ya lo sé, ricura -replicó Mia-. Pero tendrías que ver a las parias de mis hermanas. Son unas horteras, y unas buenecillas...
-Tampoco están mal -replicó Jay mientras chutaba el balón con fuerza.
Los tres quedaron en silencio. La verdad era que eran el grupo más prepotente de todo el campamento, pero a ellos les gustaba así, aunque Jay podía ser mucho mejor de lo que aparentaba, le gustaba ser así por la inseguridad de no caerle bien a sus amigos si mostraba su auténtico ser.
Mientras tanto, los otros tres miembros del equipo estaban sentados en silencio. Manny estaba sentado en silencio con semblante serio, mientras que John estaba tirado sobre la hierba, mirando las nubes. Anthony probaba sus zapatillas distraídamente.
-Son chulas las zapas -comentó Manny un rato después.
-Gracias -dijo Anthony-. Regalo de mi padre. Mis hermanos también las tienen, pero he sido el único que se las ha puesto para venir aquí.
-¿Puedes volar? -inquirió John, levantando la cabeza.
-No sé muy bien aún -explicó el perezoso muchacho-. La verdad es que no tengo muchas ganas de volar, de todas formas. Cuesta un montón elevar el vuelo...y no hay ganas, realmente.
Manny no dijo nada. Le parecía raro, pero había entablado una buena amistad con su hermano y el chico vago de Hermes. Quién lo diría...él, que siempre había sido un lobo solitario, tenía dos buenos amigos...por primera vez se sintió bien. Como si hubiese cambiado.
Eso era lo que siempre le había faltado.
-.-.-.-.-.-.-.-
¡Espero que os haya gustado! He tardado una semana o así desde la última vez que publiqué, pero es que he estado súper ocupada con el insti y tal...solamente me ha dado tiempo de publicar algo en el otro blog de cuando en cuando @_@
En cualquier caso, ¡espero que haya llegado a la altura!
Introduzco aquí unas pequeñas notas, como las parejas de mejores amigos de cada uno (sí, sí, así son también en la realidad). Ah, y los grupos elegidos para las actividades se mantendrán siempre, salvo cuando se atrape la bandera, que se fusionarán en dos equipos, y son grupos de los amigos más cercanos en los casos de los tres primeros grupos. Ahora sí, las parejas de mejores amig@s (hay cuatro tríos de amigos):
- Alex, Lucas y Martina
- Manny, John y Anthony
- Louis y Francis
- Alfred y Andrew
- Molly, Sally y Max
- Bea y Martha
- Xavier, Mia y Jay
- Angie y Lisa
- Peter y James
- Rachel y Mike
domingo, 10 de abril de 2011
¡Nuevo blog!
Bueno, solamente creo este post para decir que acabo de crear un nuevo blog, en el que colgaré noticias, críticas de libros, pelis o música, trucos, páginas webs útiles...se llama "Mi Rincón del Universo" y la dirección es la siguiente:
www.mirincondeluniverso.blogspot.com
¡Espero que os guste! Ya tengo nueve posts (todos escritos a lo largo del día), y seguiré subiendo cosas regularmente. Aún estoy trabajando en el diseño y todo eso, pero pronto quedará...¡espectacular!
Pero seguid viniendo por Cruce de Historias, ¿eh? ¡Que aún quedan muchas historias que escribir!
¡Nos vemos!
www.mirincondeluniverso.blogspot.com
¡Espero que os guste! Ya tengo nueve posts (todos escritos a lo largo del día), y seguiré subiendo cosas regularmente. Aún estoy trabajando en el diseño y todo eso, pero pronto quedará...¡espectacular!
Pero seguid viniendo por Cruce de Historias, ¿eh? ¡Que aún quedan muchas historias que escribir!
¡Nos vemos!
Pokémon Internado - Capítulo 7
Los diez alumnos llegaron a la clase pronto, ya que sabían que el profesor Dupont odiaba a los tardones. Cinco minutos antes de la clase, los chicos se encontraban alisándose los uniformes para no recibir demasiados insultos por parte del malvado profesor, al que le encantaba meter cizaña entre los alumnos señalando sus defectos. Era un profesor detestable, por no decir otra cosa. Cuando los uniformes no tenían ni una sola mota de polvo, ni una mancha, ni una arruga, los alumnos consideraron que estaban listos para empezar la clase. Sin embargo, el profesor Dupont no había aparecido aún.
-Viva la hipocresía -comentó Ethan, rascándose la cabeza.
-Y luego nos acusa de tardones -refunfuñó Kenny, sacando sus libros de Francés.
-No te preocupes -dijo Maya, acariciándole el pelo cariñosamente-. Todo el mundo llega tarde alguna vez en su vida.
-¡Pues ya lleva diez minutos de retraso! -anunció Helio.
-Aquí el reloj solar lo ha dicho, diez minutos -constató su novia, Selena, revolviéndole el pelo al tiempo que miraba su reloj.
-Esto ya no es normal -rió Mario-. Se supone que ya es raro que llegue quince segundos tarde...¿qué me decís de diez minutos?
-A lo mejor le ha pasado algo -sugirió Sandra, con semblante preocupado.
-¡Sí! -exclamó el chico pelirrojo, ilusionado-. A lo mejor se ha caído en el embarcadero y se ha ahogado.
-¿Cómo se te ocurren esas cosas? -preguntó su amiga, dándole un codazo.
-Con lo mal que me cae ese tío... -Mario se encogió de hombros-. No me extraña.
Sandra puso los ojos en blanco, pero sonrió.
Mientras todos especulaban sobre las posibles muertes, accidentes o asesinatos del profesor Dupont, entró en la sala una profesora completamente desconocida. Tenía la cara arrugada, pero no como los ancianos. Estaba demasiado arrugada, más de lo que ninguno de ellos había visto antes. Tenía una nariz respingona y que acababa en un extraño triángulo escaleno. Llevaba un polar azul sin mangas, una blusa estampada con flores y unos pantalones negros. Llamaba la atención que no llevaba zapatos, iba completamente descalza. Pero lo que más asustó a los alumnos fueron sus ojos, de un azul glacial inexpresivo. No tenían pupila alguna.
-Esta da el pego en una casa del terror -rió Ash, a lo que Aura respondió con un codazo amonestador.
-Buenos días -dijo con voz monótona, casi mecánica-. Soy la profesora Balalaica -los alumnos no pudieron reprimir risitas ante su nombre referente al instrumento musical ruso. La anciana pareció no percatarse de esto y prosiguió:-. El profesor Dupont se encuentra ausente, por lo que yo vendré a sustituirlo hasta que se mejore. Abrid los libros por la página vingt-quatre.
Los chicos obedecieron. La profesora, prosiguiendo con la clase, señaló a Kenny y dijo:
-Comme tu t'apelle?
-Je m'appelle Kenny, madame -respondió el chico rápidamente, casi asustado por el tono amenazador de la profesora.
-Quel âge as-tu? -prosiguió ella.
-J'a quatorze ans.
-Bon, bon.
-Tengo una pregunta, profesora -indicó Lyra, alzando la mano-. ¿Cómo se dice...?
-TU PEUT PARLER SEULEMENT EN FRANÇAIS À MA CLASSE, MADAME! -gritó la profesora furiosamente. Lyra tragó saliva y asintió, con cara de "me voy a callar, porque si no...".
En aquel momento, los ojos azul glacial de la profesora se abrieron desmesuradamente, hasta el punto en el que se salieron de sus órbitas, colgando de unos cables desde los huecos oculares.
-¡AAAAAH! -chilló Sandra, agarrándose a Mario, en el pupitre de al lado.
Los diez se quedaron quietos, con los ojos abiertos como platos. ¿Qué había ocurrido? No atinaron ni a abrir la boca. El que se armó de valor fue Ash, que se levantó de un salto y fue a inspeccionar a la profesora. Tras observar las cavidades oculares y los ojos que colgaban de ellas, llegó a una conclusión:
-No es humana.
-Sí, y yo soy el Tato, ¿no te fastidia? -espetó Kenny, que sujetaba fuertemente la mano de Maya.
-En serio -insistió Ash-. Me parece que es algo así como un autómata.
-Véase robot -simplificó Aura, que también se había levantado para ver a la profesora mejor.
Poco a poco, todos se fueron levantando para ver a la profesora, y llegaron a la misma conclusión que Ash.
-Pero, ¿por qué es un robot? -inquirió Selena.
-Y lo más importante, ¿por qué nos han mandado a un robot como profesora sustituta? -añadió Helio.
-No lo sé -dijo Ash, rascándose la barbilla en pos pensativa-. Pero creo que tendremos que averiguarlo.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Tantantán! ¿Qué ha pasado con la profesora Balalaica? ¿Por qué era un robot? ¿Qué ocurre en el internado? ¡En el próximo capítulo, lo descubriréis todo y más!
-Viva la hipocresía -comentó Ethan, rascándose la cabeza.
-Y luego nos acusa de tardones -refunfuñó Kenny, sacando sus libros de Francés.
-No te preocupes -dijo Maya, acariciándole el pelo cariñosamente-. Todo el mundo llega tarde alguna vez en su vida.
-¡Pues ya lleva diez minutos de retraso! -anunció Helio.
-Aquí el reloj solar lo ha dicho, diez minutos -constató su novia, Selena, revolviéndole el pelo al tiempo que miraba su reloj.
-Esto ya no es normal -rió Mario-. Se supone que ya es raro que llegue quince segundos tarde...¿qué me decís de diez minutos?
-A lo mejor le ha pasado algo -sugirió Sandra, con semblante preocupado.
-¡Sí! -exclamó el chico pelirrojo, ilusionado-. A lo mejor se ha caído en el embarcadero y se ha ahogado.
-¿Cómo se te ocurren esas cosas? -preguntó su amiga, dándole un codazo.
-Con lo mal que me cae ese tío... -Mario se encogió de hombros-. No me extraña.
Sandra puso los ojos en blanco, pero sonrió.
Mientras todos especulaban sobre las posibles muertes, accidentes o asesinatos del profesor Dupont, entró en la sala una profesora completamente desconocida. Tenía la cara arrugada, pero no como los ancianos. Estaba demasiado arrugada, más de lo que ninguno de ellos había visto antes. Tenía una nariz respingona y que acababa en un extraño triángulo escaleno. Llevaba un polar azul sin mangas, una blusa estampada con flores y unos pantalones negros. Llamaba la atención que no llevaba zapatos, iba completamente descalza. Pero lo que más asustó a los alumnos fueron sus ojos, de un azul glacial inexpresivo. No tenían pupila alguna.
-Esta da el pego en una casa del terror -rió Ash, a lo que Aura respondió con un codazo amonestador.
-Buenos días -dijo con voz monótona, casi mecánica-. Soy la profesora Balalaica -los alumnos no pudieron reprimir risitas ante su nombre referente al instrumento musical ruso. La anciana pareció no percatarse de esto y prosiguió:-. El profesor Dupont se encuentra ausente, por lo que yo vendré a sustituirlo hasta que se mejore. Abrid los libros por la página vingt-quatre.
Los chicos obedecieron. La profesora, prosiguiendo con la clase, señaló a Kenny y dijo:
-Comme tu t'apelle?
-Je m'appelle Kenny, madame -respondió el chico rápidamente, casi asustado por el tono amenazador de la profesora.
-Quel âge as-tu? -prosiguió ella.
-J'a quatorze ans.
-Bon, bon.
-Tengo una pregunta, profesora -indicó Lyra, alzando la mano-. ¿Cómo se dice...?
-TU PEUT PARLER SEULEMENT EN FRANÇAIS À MA CLASSE, MADAME! -gritó la profesora furiosamente. Lyra tragó saliva y asintió, con cara de "me voy a callar, porque si no...".
En aquel momento, los ojos azul glacial de la profesora se abrieron desmesuradamente, hasta el punto en el que se salieron de sus órbitas, colgando de unos cables desde los huecos oculares.
-¡AAAAAH! -chilló Sandra, agarrándose a Mario, en el pupitre de al lado.
Los diez se quedaron quietos, con los ojos abiertos como platos. ¿Qué había ocurrido? No atinaron ni a abrir la boca. El que se armó de valor fue Ash, que se levantó de un salto y fue a inspeccionar a la profesora. Tras observar las cavidades oculares y los ojos que colgaban de ellas, llegó a una conclusión:
-No es humana.
-Sí, y yo soy el Tato, ¿no te fastidia? -espetó Kenny, que sujetaba fuertemente la mano de Maya.
-En serio -insistió Ash-. Me parece que es algo así como un autómata.
-Véase robot -simplificó Aura, que también se había levantado para ver a la profesora mejor.
Poco a poco, todos se fueron levantando para ver a la profesora, y llegaron a la misma conclusión que Ash.
-Pero, ¿por qué es un robot? -inquirió Selena.
-Y lo más importante, ¿por qué nos han mandado a un robot como profesora sustituta? -añadió Helio.
-No lo sé -dijo Ash, rascándose la barbilla en pos pensativa-. Pero creo que tendremos que averiguarlo.
-.-.-.-.-.-.-.-.-
¡Tantantán! ¿Qué ha pasado con la profesora Balalaica? ¿Por qué era un robot? ¿Qué ocurre en el internado? ¡En el próximo capítulo, lo descubriréis todo y más!
James Potter y el Cetro Secreto - Capítulo 6
¡Hola de nuevo! Bueno, ya sé que dije que el próximo capítulo eran las pruebas de Quidditch, pero no me acordaba de que los de primero no podían estar en el equipo...mea culpa. En cualquier caso, espero que este capítulo resulte de vuestro agrado, para compensar un poco...aunque no será extremadamente largo, espero que os parezca bueno.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
-¿Por qué nos pondrá tantos deberes el profesor Gallagher? -se lamentó James mientras trataba de rellenar la hoja sobre los gorros rojos que su profesor de DCAO les había mandado a entregar la próxima clase.
-No te quejes, Astronomía es peor -comentó Fred mientras redactaba un informe sobre la constelación de Orión.
-¿Y qué pasa con Historia de la Magia? -resopló Katniss-. Es imposible recordar esta cantidad de magos y tipos extraños que de alguna manera "han contribuido al desarrollo de la sociedad mágica actual" -esto último lo dijo con voz aguda, como imitando la de la profesora Balliard, que les daba Historia de la Magia.
-¡Pero si es todo muy fácil! -exclamó Alice-. A ver, James. Los gorros rojos se pueden encontrar en el norte de Europa, aunque en realidad van a cualquier lugar donde haya sangre fresca, como a campos de batalla donde una se haya librado recientemente. Viven en agujeros en la tierra, y se pueden repeler fácilmente con hechizos, aunque son muy peligrosos para los muggles desprevenidos. Suelen medir de noventa centímetros hasta un metro veinte centímetros, tienen los ojos rojos y colmillos afilados.
-Gracias, libro de DCAO -rió James, ganándose un librazo en la cabeza de manos de su amiga.
-Escucha esto, Fred -prosiguió Alice-. La constelación de Orión es una constelación prominente, probablemente la mejor conocida de todo el cosmos. Sus estrellas brillantes y visibles desde ambos hemisferios hacen que esta constelación sea reconocida universalmente. La constelación es visible a lo largo de toda la noche durante el invierno en el hemisferio norte, verano en hemisferio sur; es asimismo visible pocas horas antes del amanecer desde finales del mes de agosto hasta mediados de noviembre y puede verse en el cielo nocturno hasta mediados de abril, al menos en el hemisferio norte.
-Mejor apunto eso -comentó Fred mientras anotaba todo.
-¿Lo veis? ¡Es fácil!
-Sí, cuando tú nos haces los deberes -bufó James, cerrando su libro de Defensa Contra las Artes Oscuras-. Gracias, diez asegurado con esto.
Alice soltó un gruñido de exasperación y unas palabras incomprensibles mientras James guardaba sus libros en la mochila y sonreía con sorna.
-Venga, Freddie, vamos a salir a gastar una broma...digo, a pasear -dijo James, empujando a su primo hacia la puerta.
-Eh...James, no creo que debamos... -empezó su primo.
-¿Qué eres ahora, un santurrón? -rió James-. Venga...solamente una broma a Melissa y Alyssa Parks... ¡porfa!
-Vaaale -aceptó Fred, muy a su pesar.
Los dos chicos salieron disparados por la puerta, listos para hacer una de las suyas. Alice profirió una risita mientras se sentaba en el sofá. Katniss, que ya había terminado, se sentó junto a su amiga.
-¿Qué tal te va con los chicos? -preguntó entonces.
-Debería de buscarme más amigas de mi género -rió Alice-. Pero bien. Ya sabes, no tienen muchas luces...pero son buenas personas. Y muy graciosos. Además, James y yo somos amigos desde muy pequeños, ya que nuestros padres son muy buenos amigos. Algunas veces, hasta vienen a El Caldero Chorreante en verano para visitarnos...la verdad es que siempre me hace mucha ilusión verles a él y a sus hermanos...Albus es un chico muy inteligente, y Lily es simplemente toda una ricura de niña.
-Ya me la puedo imaginar -dijo Katniss-. Siendo hermana de James Potter...
-Los tres son completamente distintos -aseguró Alice-, y únicos a su manera. James es olvidadizo, alegre y divertido. Albus es inteligente, lógico y tremendamente cabezota. Lily es toda una soñadora, tiene grandes dotes de escritura y pintura y es muy risueña. Pero los tres tienen algo en común: que son tremendamente simpáticos y encantadores.
-Encantadores...¿cómo? -insinuó Katniss, dándole un codacito amistoso a su amiga.
-¿A qué te refieres? -inquirió Alice, sonrojándose-. Con encantadores me refiero a muy buenas personas, ya está.
-Claro, claro... -dijo Katniss, riendo para sí.
-No insinúes, Kat -le advirtió Alice-. Sabes que no me gusta.
-No pasa nada -aseguró la chica-. Solamente eran mis pensamientos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Bueno, ese ha sido el capítulo sexto. ¿Qué tal ha estado? Ya lo sé, muy cortito y que no da mucho de lo que hablar...pero en fin, era por darme un descanso de ese enorme capítulo de "El Nuevo Campamento". De todos modos, habrá más acción y demás en los próximos.
En el próximo capítulo...¡Lío en clase de Transformaciones!
Por cierto, ya hecho el planning de la historia al completo, comunico que tendrá unos veintidós capítulos... ¡y que ya tengo planeada incluso una posible segunda parte con Albus, Rose, Lorcan y Lysander en el colegio!
El Nuevo Campamento - Capítulo 1: Amanecer en el Campamento
El sol tomaba ya forma del amanecer entre las colinas del Campamento Mestizo. Aún estaban muchos de los veinticuatro campistas estaban dormidos. Sin embargo, los tres hijos de Apolo estaban ya preparados para su primer día en el Campamento Mestizo.
-Mirad, papá ya está volando con su carro del sol para hacer levantar el día -comentó Louis con tono filosófico, señalando al sol que ya se estaba haciendo camino entre las colinas, empujando a un lado a las dormilonas estrellas y haciéndose su sitio en el cielo de Long Island.
-Yo aún no me lo creo -replicó Mike-. Quiero decir, ahora de repente somos los tres hermanos...y hijos de un dios griego, nada menos. No sé vosotros, pero es de lo más extraño.
-Si nos lo han dicho nuestras madres, será por algo -terció Alfred-. De todas formas, preferiría estar de vuelta en Chicago a estar aquí...añoro mi casa.
-Toma, y yo -bufó Louis-. Pero es lo que hay. A mí por poco no me come un monstruo el último día de clase. No sé qué hice para evitar que me friese. Creo que era una dríada.
-Pues vaya vida que nos espera -resopló Mike.
-Y tanto... -suspiró Alfred. El chico miró dentro de su armario, donde la noche anterior había dejado todas sus pertenencias y encontró una pila de camisetas naranjas del Campamento. Les lanzó una a cada uno de sus hermanos y se puso la suya-. Pero es la vida que tenemos, y no hay más que hablar. Venga, que tenemos que estar preparados para lo que nos echen los matasanos estos.
***
-Gwaaah -bostezó Manny, levantándose de su cama-. Buenos días, chavales.
El chico, robusto como un gran roble, como su padre, el dios Hefesto, se levantó de golpe y fue a vestirse mientras que sus hermanos remoloneaban en la cama un rato más.
-Venga, perezosos -dijo el chico, meneándolos-. Tenemos que llegar algún día, ¿no?
-Déjame un ratito más, mamá... -suplicó John ante los zarandeos de Manny. Entonces abrió un ojo y encontró la cara de su hermano. El chico se dio la vuelta y rápidamente se levantó-. Lo...lo siento. Se me había olvidado lo de ayer.
Manny, que ya estaba preparado, se sentó en su cama a esperar a que John saliese del baño y que Alex, el perezoso, se despertase. Finalmente, el segundo decidió que ya era hora de dejar de hibernar y se levantó.
-Eh, buenos días, grandote -dijo el chico con alegría-. Primer día de campa, ¿eh? Guay.
Su hermano puso los ojos en blanco mientras Alex se cambiaba a unos desgastados vaqueros y su camiseta del campamento, acompañado de unos botines de montaña, que eran sus favoritos. Al poco rato, salió John, y los tres hijos de Hefesto se encontraron sumidos en un incómodo silencio.
A Manny no le acababan de agradar sus dos nuevos hermanos. Él siempre había sido un lobo solitario, pero de todas formas aquellos chicos parecían vagos y algo flacuchos para poder trabajar bien en las forjas como él o su padre. De todas formas, se tenía que resignar a vivir con ellos. Los otros dos, sin embargo, parecían haberse convertido ya en mejores amigos. Los dos chicos competían en una lucha de pulgares, riendo.
¿Serían ellos los que tendrían que adaptarse, o quizás Manny tenía que adaptarse a ellos?
***
La cabaña de Ares era un lugar horrendo para cualquiera que no fuese descendiente suyo. Sin embargo, sus dos habitantes, Xavier y Jay, la encontraban sumamente encantadora.
-Me encanta la cabeza de jabalí esta -comentó Xavier de una risotada, jugueteando con el cuerno del animal disecado.
-Las paredes son lo más -apuntó Jay, mirando las paredes de un tono rojo sangre.
-Pero, ¿qué me dices de las camas y el sofá? -insistió Xavier, señalando a los susodichos muebles, el sofá de cuero negro de lo más cómodo y las camas del mismo color pero mullidas y confortable-. Está claro que nuestra familia tiene un gusto macabrónicamente fascinante.
-Eso de macabrónico te lo acabas de inventar, ¿no? -inquirió Jay.
-Psst -dijo Xavier-. Me has entendido. Eso es lo importante. ¿A quién le importa todo el rollo de la lengua?
-A los hijos de Atenea -rió Jay.
-Véase los empollones -bufó Xavier con una sonrisa malvada.
Jay, que era mucho más alto que su hermano, bajito y de tez morena, fue a alcanzar la pila de camisetas y le dio una a su hermano.
-Vaya mierda de camisetas -protestó el más bajito, asqueado-. Yo no me pongo esto. Parezco un pringado.
-Todos vamos a parecer pringados -terció Jay.
-Pero yo no soy como los demás imbéciles que han venido aquí -replicó Xavier-. Yo he venido a convertirme en lo que soy, un héroe.
Jay rió para sus adentros. Si su hermano no tuviese tanto ego...
Jay, que era mucho más alto que su hermano, bajito y de tez morena, fue a alcanzar la pila de camisetas y le dio una a su hermano.
-Vaya mierda de camisetas -protestó el más bajito, asqueado-. Yo no me pongo esto. Parezco un pringado.
-Todos vamos a parecer pringados -terció Jay.
-Pero yo no soy como los demás imbéciles que han venido aquí -replicó Xavier-. Yo he venido a convertirme en lo que soy, un héroe.
Jay rió para sus adentros. Si su hermano no tuviese tanto ego...
***
-¡Venga ya, James! -gritó Max.
El chico de pelos castaños y tez morena se despertó bostezando. Tenía fama de dormilón, no como su hermano pelirrojo, que detestaba dormir en cualquiera de sus significados y prefería siempre estar despierto. Sin embargo, con un ademán se levantó y fue a cambiarse.
Max exhaló un suspiro. Ya nada iba a ser igual. Era hizo de Zeus...a penas podía creerlo. ¿Cómo iba a ser eso verdad? Él solamente era un buen y normal estudiante, eso sí, con dislexia y THDA, pero igualmente un buen y normal estudiante. ¿Por qué tenía que dejar de lado a su maravillosa familia para venir a un campamento? Vale, había conocido a su medio hermano James, que parecía de lo más simpático, pero añoraba a su madre, sus hermanos Thomas y Charlie, e incluso a su padrastro Oscar.
-¿Por qué, por qué, por qué? -repetía el muchacho incansablemente.
-¿Qué pasa? -inquirió James, sentándose en el sofá, ya más despierto.
-Pasa que no es justo -respondió Max con cierta amargura-. Quiero decir, ¿por qué tengo que dejarlo todo de lado para venir aquí? Yo quiero ser un tío normal.
-Es lo que nos toca -suspiró James. Después le guiñó un ojo a su hermano-. Pero ya verás. Seguro que te encanta alguna de las chicas que hay aquí, ya verás.
Max parecía igualmente desanimado, pero no pudo evitar sonreír y dar gracias a que el hermano que le había tocado fuese tan positivo.
La cabaña de Démeter era un lugar verde y precioso. La luz del amanecer bañó de claridad el dormitorio, donde descansaban tranquilamente los dos hijos de Démeter que habían llegado la noche anterior al Campamento. El chico, uno bajito de cabellos de un rubio oscuro muy liso, se desperezó en su cama con lentitud, como si no quisiese despertar jamás. La chica, sin embargo, de cabellos rizados y negros, se levantó con rapidez.
-Pareces una loca con esos pelos -apuntó su hermano entonces, de una risotada.
-Calla, Paul -espetó la chica inmediatamente. Luego se analizó los pelos y explicó-. Es lo malo de tener el pelo rizado. Ahora vuelvo.
La chica fue al baño mientras su hermano remoloneaba un poco en la cama Paul Veilstone no era el más madrugador de los jóvenes, por lo que le costaba lo suyo levantarse por la mañana. Sin embargo, hizo acopio de toda su fuerza y se impulsó sobre los codos hasta erguir su espalda completamente.
-¡Buenos días, hermanita! -canturreó mientras se cambiaba.
-A buenas horas... -masculló Rachel desde el baño.
-¿Qué dices?
-Nada, nada...
A la pobre Rachel su hermano la estaba trayendo un poco de cabeza. Desde la última noche, no había parado de cacarear sin parar, diciendo cosas sobre su vida y sin dejarla respirar. Pensó que de mayor sería uno de esos presentadores de televisión de programas morbosos y carentes de sentido, aunque ya le había cogido algo de cariño a su hermano.
-Bueno, yo ya estoy listo -anunció Paul.
-Espera, que me estoy peinando -dijo la chica, en un intento inútil de domar sus espesos rizos negros. Dándose por vencida, agarró una gomilla y se hizo una trenza. En menos que canta un gallo ya estaba con su hermano.
-Bueno, y lo que te iba contando anoche -prosiguió Paul con su incansable perorata-. Yo a los cinco años ya gané mi primer concurso de debate, ¿sabes? Por eso mi padre dice que tengo siempre la razón...
-¿No será porque no te callas ni debajo del agua? -masculló Rachel.
-¿Qué dices? -inquirió Paul.
-¿Yo? ¡Nada, nada! -respondió Rachel rápidamente.
-Ah, bueno, pues eso, que iba yo por la vida debatiéndolo todo, dejando mis razones en las mentes de todos, haciendo que todos me creyesen e idolatrasen...
-Este va a ser un verano muuuuuy largo... -suspiró Rachel, metiéndose las manos en los bolsillos.
-¡Bueeeenaaas! -chilló Mia al despertarse. La hija de Afrodita, de pelos rubios, se despertó rápido, ya que tenía que cuidar bien su cutis para estar medio presentable ante los pocos tíos buenos del campamento.
-¿Te quieres callar? -espetó Lisa, girándose en su cama-. Eres súper molesta, ¿nunca te lo han dicho?
-Anda, déjala, Liz -dijo Angie-. Venga, Mia, vete a echarte todos los potingues de la mañana y déjanos dormir un rato.
La chica se encogió de hombros y fue al baño, donde empezó a aplicarse todo el maquillaje que encontró a su alcance. Era vanidosa a más no poder, la apariencia lo era todo para ella. Tras echarse exageradas cantidades de colorete, una llamativa sombra de ojos, aplicarse un maxificador de pestañas y unas cuantas capas de pintalabios, salió del baño para vestirse con una minifalda, camiseta de tirantes blanca y botas.
-Pareces una puta -comentó Lisa de una risotada, limitándose a ponerse unas mallas negras, la camiseta naranja del campamento y unas converse amarillas.
-Por lo menos yo no parezco un tío -espetó la aludida, mirándose en un espejo de mano.
Lisa dio un suspiro. La chica de pelos castaño claro y ojos verdes, aparte de ser ciertamente atractiva, no guardaba relación alguna con lo asociado a su madre. Le repugnaba todo lo que tenía que ver con moda y maquillaje, incluso su cabaña, de tonos cursilones y pastel, le daban arcadas. Ella prefería leer, patinar y divertirse con sus amigos antes de ir por ahí lanzando besitos al aire y poniéndose veinte kilos de maquillaje encima, como hacía su hermana Mia. Mientras que Angie era más como ella, a la otra no la podía ni aguantar. Era algo superior a sus fuerzas.
La tercera hija de Afrodita, Angie, se vistió con vaqueros cortos, la camiseta del campamento y sandalias de estilo romano. Mientras ella y Lisa iban vestidas bastante simples, Mia parecida salida de una revista de ropa.
-Oíd, tías -las llamó Mia-. ¿A vosotras no os parece que Xavier está súper cañón?
Lisa puso cara de asco mientras que Angie intentaba sacarse el pensamiento que su medio hermana le había introducido en la cabeza.
-Tengo que tomar un poco de aire -declaró Lisa, levantándose de un salto.
-Y yo -convino Angie.
Y las dos hermanas dejaron a la tercera en la habitación.
-¡Vengaaaa! ¡Megaaaan! -gritó Lucas en la cabaña de Poseidón.
-¡Ya voy! -exclamó su hermana, dentro del baño. Instantes más tarde, la chica de piel morena y pelo castaño se encontró fuera de éste-. ¿No entiendes que hay gente que se ducha por la mañana, hermanito?
-Pues sí, pero ya te podrías duchar más rapidito, hermanita -replicó el chico de piel clara, pelos castaño claro y ojos oscuros-. Pero venga ya, que me estoy meando encima.
-Hala, qué fino -masculló la chica mientras su hermano cerraba la puerta.
Acompañada de un suspiro, Megan fue a ponerse su ropa: unos vaqueros, la camiseta del campamento y unas converse rojas. Cuando estuvo lista, se recogió el pelo en una coleta y esperó pacientemente a que su hermano terminase en el baño.
-Y luego dices que yo tardo mucho -rió Megan mientras Lucas, ya vestido, salía del baño. Aquel chico podía llegar a resultar tremendamente olvidadizo, por no decir despistado.
Cuando los dos estuvieron listos, observaron las vistas desde la terraza de la cabaña de Poseidón, que daba al lago. Desde allí, bien podían tirarse a las aguas del lago de cabeza (de hecho, era lo que Lucas había estado deseando desde su llegada a la cabaña, pero su hermana se lo había prohibido, dado que habían llegado muy tarde), y la vista era preciosa. Podían ver las colinas a lo lejos, el Puño de Zeus e incluso los bosques donde tenían lugar los eventos de Capturar la Bandera. No podían esperar a verlo todo con sus propios ojos: experimentar las clases de lucha y tiro con arco, aprender griego clásico, conocer cómo controlar sus poderes olímpicos, ayudar a su equipo en la captura de la bandera...en resumen, no podían evitar sentirse hasta felices por ser semidioses. Aquello parecía muy guay.
-¿De veras crees que podemos controlar las aguas? -inquirió Lucas.
-Supongo que sí -dijo Megan, encogiéndose de hombros-. Solamente tenemos que aprender a usar nuestros poderes.
-Aún no me creo que seamos hermanos de Percy Jackson -comentó el chico-. A saber dónde estará ahora nuestro hermanito...
-Ya rondará los dieciocho -calculó Megan rápidamente.
-¿Te imaginas que nosotros hiciésemos algo tan importante como salvar el mundo de Cronos?
-Podemos hacerlo, hermanito -Megan dio unas palmaditas en la espalda de su hermano, sonriendo-. Podemos hacerlo.
Los tres hijos de Hermes eran demasiado perezosos como para levantarse a una hora concreta. Sin embargo, un atronador reloj-despertador los hizo levantarse de golpe.
-¡Ey! -exclamó Andrew con fastidio-. Estaba soñando con chocolate...
-Glotón -le acusó Martha.
-¡Eh, mirad! -exclamó Anthony, señalando unas cajas de zapatos.
Había una a los pies de cada cama. Ninguno recordaba haberlas visto la noche anterior. Cada uno cogió su caja y las abrieron.
-¡Uau, mirad qué zapas más chulas! -exclamó Andrew, contemplando unas flamantes Converse vaqueras...¡con alas!
Las de Martha eran unas rosas, mientras que las de Anthony eran negras. Tras vestirse como un rayo, los tres hijos de Hermes se calzaron sus respectivas Converse, y vieron que les sentaban como un guante.
-Mirad, hay una carta de papá -observó Anthony, cogiendo un papel. Estaba escrito a máquina.
-¡Vamos a probarlas! -sugirió la chica, de ojos oscuros y pelo castaño. Sus dos hermanos, Andrew, de pelo negro y ojos azules, y Anthony, de pelo marrón y ojos verdes, asintieron, y los tres hermanos alzaron el vuelo, flotando por toda la habitación.
-¡CÓMO MOLA! -gritó Anthony.
Al poco rato, los tres hermanos estaban de vuelta en el suelo, pero con sus nuevas zapatillas aún puestas.
-Mejor será si vamos a volar afuera -comentó Andrew.
-¿Quién me iba a decir que yo iba a estar volando con unas zapatillas de mi padre hace una semana? -rió Martha mientras seguía a sus dos hermanos.
Los cuatro chicos de Atenea se acababan de levantar. Molly estaba sentada en su escritorio, escribiendo su nueva novela, mientras que Sally estaba en el suyo, diseñando alguno de sus muchos proyectos arquitectónicos. En su cama, Francis terminaba un sudoku del diablo que llevaba dos días enteros haciendo, mientras que Bea simplemente leía un libro. Los cuatro estaban ya vestidos y listos para marcharse.
-Este sitio es un lujo -declaró Sally, girándose en su silla.
-Mé lo vas a decir a mí -rió Molly-. ¡He encontrado la inspiración!
-Pues yo lo encuentro sumamente cómodo -comentó Bea.
-La paz mental es exquisita -añadió Francis mientras cerraba su libro de sudokus. El único chico de Atenea se sentó en la cama con las piernas cruzadas-. ¿Qué tal lo lleváis?
-¡Estupendamente! -exclamó Molly. La chica, de cabellos rubio oscuro rizados y recogidos dos trenzas y ojos azul mar, tenía un carácter inteligente y jovial, y era una persona extremadamente difícil de enfadar. Era una escritora nata, oficio que llevaba practicando desde muy pequeña.
-Anda que yo -suspiró Sally, recostándose en su silla. Tenía el pelo castaño claro recogido en dos coletas, los ojos verdes y una gran sonrisa. Su carácter era apacible, extremadamente inteligente y soñadora, así que era difícil también sacarla de sus casillas. A la chica le apasionaba la ciencia y la ingeniería, ya que desde pequeña había querido ser arquitecta.
-No está mal -admitió Bea tímidamente. La chica, de pelos castaños y ojos de una explosión de colores que, en el exterior del iris eran azules y, conforme se acercaban a la pupila, se convertían en un tono anaranjado. La noche anterior, Francis había comentado que le recordaban al Big Bang. Era sumamente tímida hacia los extraños, por lo que no había entablado mucha conversación con sus tres hermanos, al menos por ahora.
-Pues yo tengo que admitir que estoy como un rey en este sitio -concluyó Francis, recostándose en su cama. Era un chico de pelo castaño y ojos oscuros, de carácter afable pero tremendamente sensible. Era un as en las matemáticas, tenía una capacidad de reflexión y deducción increíbles en su edad.
Los cuatro hermanos se quedaron en silencio, sonrientes, hasta que de repente oyeron una campana que indicaba el inicio del desayuno.
-¡Porras, se nos había olvidado! -exclamó Molly-. ¡Venga, vámonos antes de que se lleven todas las galletas de chocolate!
Y los cuatro hijos de Atenea salieron por la puerta como un torbellino, de camino a un día entero de actividades.
-.-.-.-.-.-.-.-
¡Bueno, esto ha sido todo por ahora! Espero que os haya gustado, he trabajado muy duro en esto. Todos los personajes están inspirados en mis compañeros de clase, así que ya los conocéis...
¡En el próximo capítulo...actividades acuáticas en el lago!
-¿Por qué, por qué, por qué? -repetía el muchacho incansablemente.
-¿Qué pasa? -inquirió James, sentándose en el sofá, ya más despierto.
-Pasa que no es justo -respondió Max con cierta amargura-. Quiero decir, ¿por qué tengo que dejarlo todo de lado para venir aquí? Yo quiero ser un tío normal.
-Es lo que nos toca -suspiró James. Después le guiñó un ojo a su hermano-. Pero ya verás. Seguro que te encanta alguna de las chicas que hay aquí, ya verás.
Max parecía igualmente desanimado, pero no pudo evitar sonreír y dar gracias a que el hermano que le había tocado fuese tan positivo.
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La cabaña de Démeter era un lugar verde y precioso. La luz del amanecer bañó de claridad el dormitorio, donde descansaban tranquilamente los dos hijos de Démeter que habían llegado la noche anterior al Campamento. El chico, uno bajito de cabellos de un rubio oscuro muy liso, se desperezó en su cama con lentitud, como si no quisiese despertar jamás. La chica, sin embargo, de cabellos rizados y negros, se levantó con rapidez.
-Pareces una loca con esos pelos -apuntó su hermano entonces, de una risotada.
-Calla, Paul -espetó la chica inmediatamente. Luego se analizó los pelos y explicó-. Es lo malo de tener el pelo rizado. Ahora vuelvo.
La chica fue al baño mientras su hermano remoloneaba un poco en la cama Paul Veilstone no era el más madrugador de los jóvenes, por lo que le costaba lo suyo levantarse por la mañana. Sin embargo, hizo acopio de toda su fuerza y se impulsó sobre los codos hasta erguir su espalda completamente.
-¡Buenos días, hermanita! -canturreó mientras se cambiaba.
-A buenas horas... -masculló Rachel desde el baño.
-¿Qué dices?
-Nada, nada...
A la pobre Rachel su hermano la estaba trayendo un poco de cabeza. Desde la última noche, no había parado de cacarear sin parar, diciendo cosas sobre su vida y sin dejarla respirar. Pensó que de mayor sería uno de esos presentadores de televisión de programas morbosos y carentes de sentido, aunque ya le había cogido algo de cariño a su hermano.
-Bueno, yo ya estoy listo -anunció Paul.
-Espera, que me estoy peinando -dijo la chica, en un intento inútil de domar sus espesos rizos negros. Dándose por vencida, agarró una gomilla y se hizo una trenza. En menos que canta un gallo ya estaba con su hermano.
-Bueno, y lo que te iba contando anoche -prosiguió Paul con su incansable perorata-. Yo a los cinco años ya gané mi primer concurso de debate, ¿sabes? Por eso mi padre dice que tengo siempre la razón...
-¿No será porque no te callas ni debajo del agua? -masculló Rachel.
-¿Qué dices? -inquirió Paul.
-¿Yo? ¡Nada, nada! -respondió Rachel rápidamente.
-Ah, bueno, pues eso, que iba yo por la vida debatiéndolo todo, dejando mis razones en las mentes de todos, haciendo que todos me creyesen e idolatrasen...
-Este va a ser un verano muuuuuy largo... -suspiró Rachel, metiéndose las manos en los bolsillos.
***
-¡Bueeeenaaas! -chilló Mia al despertarse. La hija de Afrodita, de pelos rubios, se despertó rápido, ya que tenía que cuidar bien su cutis para estar medio presentable ante los pocos tíos buenos del campamento.
-¿Te quieres callar? -espetó Lisa, girándose en su cama-. Eres súper molesta, ¿nunca te lo han dicho?
-Anda, déjala, Liz -dijo Angie-. Venga, Mia, vete a echarte todos los potingues de la mañana y déjanos dormir un rato.
La chica se encogió de hombros y fue al baño, donde empezó a aplicarse todo el maquillaje que encontró a su alcance. Era vanidosa a más no poder, la apariencia lo era todo para ella. Tras echarse exageradas cantidades de colorete, una llamativa sombra de ojos, aplicarse un maxificador de pestañas y unas cuantas capas de pintalabios, salió del baño para vestirse con una minifalda, camiseta de tirantes blanca y botas.
-Pareces una puta -comentó Lisa de una risotada, limitándose a ponerse unas mallas negras, la camiseta naranja del campamento y unas converse amarillas.
-Por lo menos yo no parezco un tío -espetó la aludida, mirándose en un espejo de mano.
Lisa dio un suspiro. La chica de pelos castaño claro y ojos verdes, aparte de ser ciertamente atractiva, no guardaba relación alguna con lo asociado a su madre. Le repugnaba todo lo que tenía que ver con moda y maquillaje, incluso su cabaña, de tonos cursilones y pastel, le daban arcadas. Ella prefería leer, patinar y divertirse con sus amigos antes de ir por ahí lanzando besitos al aire y poniéndose veinte kilos de maquillaje encima, como hacía su hermana Mia. Mientras que Angie era más como ella, a la otra no la podía ni aguantar. Era algo superior a sus fuerzas.
La tercera hija de Afrodita, Angie, se vistió con vaqueros cortos, la camiseta del campamento y sandalias de estilo romano. Mientras ella y Lisa iban vestidas bastante simples, Mia parecida salida de una revista de ropa.
-Oíd, tías -las llamó Mia-. ¿A vosotras no os parece que Xavier está súper cañón?
Lisa puso cara de asco mientras que Angie intentaba sacarse el pensamiento que su medio hermana le había introducido en la cabeza.
-Tengo que tomar un poco de aire -declaró Lisa, levantándose de un salto.
-Y yo -convino Angie.
Y las dos hermanas dejaron a la tercera en la habitación.
***
-¡Vengaaaa! ¡Megaaaan! -gritó Lucas en la cabaña de Poseidón.
-¡Ya voy! -exclamó su hermana, dentro del baño. Instantes más tarde, la chica de piel morena y pelo castaño se encontró fuera de éste-. ¿No entiendes que hay gente que se ducha por la mañana, hermanito?
-Pues sí, pero ya te podrías duchar más rapidito, hermanita -replicó el chico de piel clara, pelos castaño claro y ojos oscuros-. Pero venga ya, que me estoy meando encima.
-Hala, qué fino -masculló la chica mientras su hermano cerraba la puerta.
Acompañada de un suspiro, Megan fue a ponerse su ropa: unos vaqueros, la camiseta del campamento y unas converse rojas. Cuando estuvo lista, se recogió el pelo en una coleta y esperó pacientemente a que su hermano terminase en el baño.
-Y luego dices que yo tardo mucho -rió Megan mientras Lucas, ya vestido, salía del baño. Aquel chico podía llegar a resultar tremendamente olvidadizo, por no decir despistado.
Cuando los dos estuvieron listos, observaron las vistas desde la terraza de la cabaña de Poseidón, que daba al lago. Desde allí, bien podían tirarse a las aguas del lago de cabeza (de hecho, era lo que Lucas había estado deseando desde su llegada a la cabaña, pero su hermana se lo había prohibido, dado que habían llegado muy tarde), y la vista era preciosa. Podían ver las colinas a lo lejos, el Puño de Zeus e incluso los bosques donde tenían lugar los eventos de Capturar la Bandera. No podían esperar a verlo todo con sus propios ojos: experimentar las clases de lucha y tiro con arco, aprender griego clásico, conocer cómo controlar sus poderes olímpicos, ayudar a su equipo en la captura de la bandera...en resumen, no podían evitar sentirse hasta felices por ser semidioses. Aquello parecía muy guay.
-¿De veras crees que podemos controlar las aguas? -inquirió Lucas.
-Supongo que sí -dijo Megan, encogiéndose de hombros-. Solamente tenemos que aprender a usar nuestros poderes.
-Aún no me creo que seamos hermanos de Percy Jackson -comentó el chico-. A saber dónde estará ahora nuestro hermanito...
-Ya rondará los dieciocho -calculó Megan rápidamente.
-¿Te imaginas que nosotros hiciésemos algo tan importante como salvar el mundo de Cronos?
-Podemos hacerlo, hermanito -Megan dio unas palmaditas en la espalda de su hermano, sonriendo-. Podemos hacerlo.
***
Los tres hijos de Hermes eran demasiado perezosos como para levantarse a una hora concreta. Sin embargo, un atronador reloj-despertador los hizo levantarse de golpe.
-¡Ey! -exclamó Andrew con fastidio-. Estaba soñando con chocolate...
-Glotón -le acusó Martha.
-¡Eh, mirad! -exclamó Anthony, señalando unas cajas de zapatos.
Había una a los pies de cada cama. Ninguno recordaba haberlas visto la noche anterior. Cada uno cogió su caja y las abrieron.
-¡Uau, mirad qué zapas más chulas! -exclamó Andrew, contemplando unas flamantes Converse vaqueras...¡con alas!
Las de Martha eran unas rosas, mientras que las de Anthony eran negras. Tras vestirse como un rayo, los tres hijos de Hermes se calzaron sus respectivas Converse, y vieron que les sentaban como un guante.
-Mirad, hay una carta de papá -observó Anthony, cogiendo un papel. Estaba escrito a máquina.
¡Hola chicos!
Me ha hecho tanta ilusión saber que habéis llegado al campamento que no he podido resistir la tentación de dejar un regalo para vosotros esta noche. ¡Espero que las utilicéis mucho y que no seáis demasiado gamberros!
Os quiere,
Vuestro padre Hermes.
-¡Vamos a probarlas! -sugirió la chica, de ojos oscuros y pelo castaño. Sus dos hermanos, Andrew, de pelo negro y ojos azules, y Anthony, de pelo marrón y ojos verdes, asintieron, y los tres hermanos alzaron el vuelo, flotando por toda la habitación.
-¡CÓMO MOLA! -gritó Anthony.
Al poco rato, los tres hermanos estaban de vuelta en el suelo, pero con sus nuevas zapatillas aún puestas.
-Mejor será si vamos a volar afuera -comentó Andrew.
-¿Quién me iba a decir que yo iba a estar volando con unas zapatillas de mi padre hace una semana? -rió Martha mientras seguía a sus dos hermanos.
***
Los cuatro chicos de Atenea se acababan de levantar. Molly estaba sentada en su escritorio, escribiendo su nueva novela, mientras que Sally estaba en el suyo, diseñando alguno de sus muchos proyectos arquitectónicos. En su cama, Francis terminaba un sudoku del diablo que llevaba dos días enteros haciendo, mientras que Bea simplemente leía un libro. Los cuatro estaban ya vestidos y listos para marcharse.
-Este sitio es un lujo -declaró Sally, girándose en su silla.
-Mé lo vas a decir a mí -rió Molly-. ¡He encontrado la inspiración!
-Pues yo lo encuentro sumamente cómodo -comentó Bea.
-La paz mental es exquisita -añadió Francis mientras cerraba su libro de sudokus. El único chico de Atenea se sentó en la cama con las piernas cruzadas-. ¿Qué tal lo lleváis?
-¡Estupendamente! -exclamó Molly. La chica, de cabellos rubio oscuro rizados y recogidos dos trenzas y ojos azul mar, tenía un carácter inteligente y jovial, y era una persona extremadamente difícil de enfadar. Era una escritora nata, oficio que llevaba practicando desde muy pequeña.
-Anda que yo -suspiró Sally, recostándose en su silla. Tenía el pelo castaño claro recogido en dos coletas, los ojos verdes y una gran sonrisa. Su carácter era apacible, extremadamente inteligente y soñadora, así que era difícil también sacarla de sus casillas. A la chica le apasionaba la ciencia y la ingeniería, ya que desde pequeña había querido ser arquitecta.
-No está mal -admitió Bea tímidamente. La chica, de pelos castaños y ojos de una explosión de colores que, en el exterior del iris eran azules y, conforme se acercaban a la pupila, se convertían en un tono anaranjado. La noche anterior, Francis había comentado que le recordaban al Big Bang. Era sumamente tímida hacia los extraños, por lo que no había entablado mucha conversación con sus tres hermanos, al menos por ahora.
-Pues yo tengo que admitir que estoy como un rey en este sitio -concluyó Francis, recostándose en su cama. Era un chico de pelo castaño y ojos oscuros, de carácter afable pero tremendamente sensible. Era un as en las matemáticas, tenía una capacidad de reflexión y deducción increíbles en su edad.
Los cuatro hermanos se quedaron en silencio, sonrientes, hasta que de repente oyeron una campana que indicaba el inicio del desayuno.
-¡Porras, se nos había olvidado! -exclamó Molly-. ¡Venga, vámonos antes de que se lleven todas las galletas de chocolate!
Y los cuatro hijos de Atenea salieron por la puerta como un torbellino, de camino a un día entero de actividades.
-.-.-.-.-.-.-.-
¡Bueno, esto ha sido todo por ahora! Espero que os haya gustado, he trabajado muy duro en esto. Todos los personajes están inspirados en mis compañeros de clase, así que ya los conocéis...
¡En el próximo capítulo...actividades acuáticas en el lago!
Pokémon Internado - Capítulo 6
Bueno, este capítulo es básicamente Ethan/Lyra...¡porque les toca! :-)
Ah, y también quería decir que pronto ocurrirán cosas en el internado...algo así como por el capítulo ocho...ya veréis. ¡Ah! Y ya hecho el planning inicial de la historia, he planificado que tendrá unos 15 capítulos, contando con el epílogo. Bueno, y ya dejo de enrollarme y...¡al grano que voy!
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
El domingo, Lyra se levantó del sofá donde estaba charlando con sus amigas Aura y Sandra.
-Claro, las otras dos están demasiado ocupadas con sus novios como para pasar un rato con nosotras -bufó Sandra sin poder evitar sonreír.
-Bueno, yo ya tengo que irme -anunció Lyra-. Ethan me estará esperando.
Aura le dio un codacito amistoso.
-Intenta no ligar demasiado, ¿vale?
-¡Qué dices! -exclamó Lyra, toda sonrojada-. Si solamente voy a ir a estudiar. El pobre va fatal con las mates y me ha pedido ayuda. Tampoco hay que pensar mal, ¿sabéis?
-Pero si se ve que te gusta... -afirmó Sandra, poniendo los ojos en blanco.
-Eso da igual -replicó, sabiendo que era inútil discutir con sus dos tercas amigas-. Me doy el piro. ¡Hasta luego!
-Pues vale -rió Aura, despidiéndose de la chica, que salió de la residencia como un torbellino, dirigiéndose con rapidez hacia la biblioteca. Por el camino, vislumbró a Maya y Kenny hablando, sentados bajo un árbol. Él había dicho algo gracioso, probablemente su mote DiDi, y Maya le había dado un puñetazo cariñoso. Lyra dio un suspiro, pensando qué monos quedaban juntos. Cuando los dos se percataron de su presencia, la chica los saludó con la mano, a lo cual respondieron con el mismo gesto y, cuando la chica de coletas castañas siguió con su camino, los dos volvieron a su conversación.
Finalmente, Lyra llegó a la biblioteca. En la puerta le esperaba Ethan, apoyado contra la pared, esperándola. Nada más divisar a su amiga, el chico esbozó una gran sonrisa.
-Hola -dijo Ethan.
-¡Hola! -exclamó Lyra. Los dos se quedaron de pie, un poco cortados, pero entonces Lyra sugirió:- ¿Por qué no vamos a la biblioteca? Necesitas ayuda en las mates...
-¿Qué te hace pensar eso? -bufó Ethan, aún sonriente.
-Recuerda que íbamos al mismo colegio...
Ethan asintió y guió a la chica dentro, donde se sentaron en una mesa de dos.
-Abre el libro por la página veinticinco -indicó Lyra, abriendo su propio volumen de "Matemáticas I". El chico le obedeció, abriendo su libro forrado con un simpático patrón de iconos de Chimchars sonrientes. Lyra sonrió. Todas las posesiones de Ethan reflejaban su personalidad: alegre, jovial, amistoso...mientras ambos leían la teoría, Ethan soltó:
-¿Te gusta alguien?
Lyra le miró con curiosidad, y luego se sonrojó un poco. Como si fuese a decírselo...se lo cargaría todo.
-¿Y a ti, qué? -replicó la chica con cierto nerviosismo.
-A mí... -el chico dubitó unos instantes, pero luego empezó-. Sí, me gusta una chica. Pero...yo no sé si a ella le gusto yo. A ver...que...yo...hum...bueno...pues...
-Acabarías antes diciendo un nombre -rió Lyra.
-Pues...este...Lyra... -musitó el chico, por primera vez en su vida pareciendo algo tímido.
-¿Mm-hmm? -inquirió la chica, sin levantar la cabeza de su libro de Matemáticas.
-Pues que eres tú -soltó el chico de repente.
Lyra levantó la cabeza una vez más, esta vez con una gran sonrisa en su rostro. Se impulsó lentamente sobre la mesa y le dio un beso a Ethan.
-¿Pues qué bien, no? -comentó, ciertamente risueña-. Pero venga, que nos queda mucho que estudiar.
Ethan, sonrojado de pies a cabeza, asintió y volvió a mirar su libro de texto, aunque no lograba pasar más de cinco segundos sin dirigir sus ojos negros hacia Lyra.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Bueno, espero que este capítulo no os haya defraudado, ¡porque es importante! Jeje, ya solo quedan dos parejitas :-)
Al caso, el próximo capítulo...¡un nuevo profesor llega al colegio!
Nicky~!
Ah, y también quería decir que pronto ocurrirán cosas en el internado...algo así como por el capítulo ocho...ya veréis. ¡Ah! Y ya hecho el planning inicial de la historia, he planificado que tendrá unos 15 capítulos, contando con el epílogo. Bueno, y ya dejo de enrollarme y...¡al grano que voy!
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
El domingo, Lyra se levantó del sofá donde estaba charlando con sus amigas Aura y Sandra.
-Claro, las otras dos están demasiado ocupadas con sus novios como para pasar un rato con nosotras -bufó Sandra sin poder evitar sonreír.
-Bueno, yo ya tengo que irme -anunció Lyra-. Ethan me estará esperando.
Aura le dio un codacito amistoso.
-Intenta no ligar demasiado, ¿vale?
-¡Qué dices! -exclamó Lyra, toda sonrojada-. Si solamente voy a ir a estudiar. El pobre va fatal con las mates y me ha pedido ayuda. Tampoco hay que pensar mal, ¿sabéis?
-Pero si se ve que te gusta... -afirmó Sandra, poniendo los ojos en blanco.
-Eso da igual -replicó, sabiendo que era inútil discutir con sus dos tercas amigas-. Me doy el piro. ¡Hasta luego!
-Pues vale -rió Aura, despidiéndose de la chica, que salió de la residencia como un torbellino, dirigiéndose con rapidez hacia la biblioteca. Por el camino, vislumbró a Maya y Kenny hablando, sentados bajo un árbol. Él había dicho algo gracioso, probablemente su mote DiDi, y Maya le había dado un puñetazo cariñoso. Lyra dio un suspiro, pensando qué monos quedaban juntos. Cuando los dos se percataron de su presencia, la chica los saludó con la mano, a lo cual respondieron con el mismo gesto y, cuando la chica de coletas castañas siguió con su camino, los dos volvieron a su conversación.
Finalmente, Lyra llegó a la biblioteca. En la puerta le esperaba Ethan, apoyado contra la pared, esperándola. Nada más divisar a su amiga, el chico esbozó una gran sonrisa.
-Hola -dijo Ethan.
-¡Hola! -exclamó Lyra. Los dos se quedaron de pie, un poco cortados, pero entonces Lyra sugirió:- ¿Por qué no vamos a la biblioteca? Necesitas ayuda en las mates...
-¿Qué te hace pensar eso? -bufó Ethan, aún sonriente.
-Recuerda que íbamos al mismo colegio...
Ethan asintió y guió a la chica dentro, donde se sentaron en una mesa de dos.
-Abre el libro por la página veinticinco -indicó Lyra, abriendo su propio volumen de "Matemáticas I". El chico le obedeció, abriendo su libro forrado con un simpático patrón de iconos de Chimchars sonrientes. Lyra sonrió. Todas las posesiones de Ethan reflejaban su personalidad: alegre, jovial, amistoso...mientras ambos leían la teoría, Ethan soltó:
-¿Te gusta alguien?
Lyra le miró con curiosidad, y luego se sonrojó un poco. Como si fuese a decírselo...se lo cargaría todo.
-¿Y a ti, qué? -replicó la chica con cierto nerviosismo.
-A mí... -el chico dubitó unos instantes, pero luego empezó-. Sí, me gusta una chica. Pero...yo no sé si a ella le gusto yo. A ver...que...yo...hum...bueno...pues...
-Acabarías antes diciendo un nombre -rió Lyra.
-Pues...este...Lyra... -musitó el chico, por primera vez en su vida pareciendo algo tímido.
-¿Mm-hmm? -inquirió la chica, sin levantar la cabeza de su libro de Matemáticas.
-Pues que eres tú -soltó el chico de repente.
Lyra levantó la cabeza una vez más, esta vez con una gran sonrisa en su rostro. Se impulsó lentamente sobre la mesa y le dio un beso a Ethan.
-¿Pues qué bien, no? -comentó, ciertamente risueña-. Pero venga, que nos queda mucho que estudiar.
Ethan, sonrojado de pies a cabeza, asintió y volvió a mirar su libro de texto, aunque no lograba pasar más de cinco segundos sin dirigir sus ojos negros hacia Lyra.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Bueno, espero que este capítulo no os haya defraudado, ¡porque es importante! Jeje, ya solo quedan dos parejitas :-)
Al caso, el próximo capítulo...¡un nuevo profesor llega al colegio!
Nicky~!
¡Otra idea más!
Bueno, jeje, sé que últimamente vengo un montón con ideas, pero tranquis, que no voy a dejar las ya empezadas...
El caso, ahora vengo con una historia de Percy Jackson y los Dioses del Olimpo, porque acabo de terminar "El Último Dios del Olimpo", que, por cierto, está genial y lo recomiendo mucho.
Bueno, se me ha ocurrido hacer una historia con nuevos semidioses, inspirados en mis compañeros de clase. Sí, sí, en ellos mismos. ¡A ver si adivináis quién soy yo! Bueno, y también podréis conocer a mis compis...solamente que por nombres en clave, claro :-)
El caso, ahora vengo con una historia de Percy Jackson y los Dioses del Olimpo, porque acabo de terminar "El Último Dios del Olimpo", que, por cierto, está genial y lo recomiendo mucho.
Bueno, se me ha ocurrido hacer una historia con nuevos semidioses, inspirados en mis compañeros de clase. Sí, sí, en ellos mismos. ¡A ver si adivináis quién soy yo! Bueno, y también podréis conocer a mis compis...solamente que por nombres en clave, claro :-)
sábado, 9 de abril de 2011
James Potter y el Cetro Secreto - Capítulo 5
-¿Cómo se os ocurre hacer algo así? -preguntó Alice por enésima vez mientras cruzábamos el umbral de la clase de Pociones, la primera que tendríamos en Hogwarts. Estaba un poquito nervioso, porque la habitación de por sí ya era un poco siniestra. Era amplia, con grandes paredes de piedra y estanterías con todo tipo de mejunjes y pócimas en sus estantes. Los tres miramos los pupitres: eran viejos, de resistente madera de roble, aunque algo enmohecidos por el paso del tiempo. Alice decidió sentarse con Katniss, que acababa de llegar con Alethia y el apestoso Sherwin, que trataba de esconder su olor con un buen chorro de agua en sus cabellos negros de apariencia hindú. Aún así, emanaba un leve tufillo que asustó a algunos Ravenclaw, con los cuales compartíamos esta clase.
-Muchas gracias -masculló entre dientes mientras se sentaba en un pupitre detrás nuestra.
-¿Por qué? -inquirí, fingiendo inocencia.
-No hay que ser muy listo para saber que habéis sido vosotros -replicó Sherwin. Pero luego esbozó una sonrisa afable-. Pero, si creéis que me voy a chivar, no podríais estar más equivocados.
Al poco rato, llegó Colin, que se sentó junto a Sherwin. También había deducido que fuimos nosotros, aunque también prometió callarse. Alice, desde el pupitre de delante, aún parecía enfadada, pero ya se le había pasado un poco.
Una vez tranquilo, me quedé observando el aula. No tenía ventanas al estar en un subterráneo, por lo cual parecía lúgubre y oscura, y pensé automáticamente que no soportaría ser un Slytherin o un Hufflepuff, ya que ellos tienen sus salas comunes bajo tierra, en lugares donde no llega la luz del sol. En las torres, sin embargo, la luz entra por los enormes ventanales todas las mañanas, bañando la habitación de claridad y alegría. Supuse que tendría que ser hasta deprimente vivir en un sitio cuya luz era únicamente artificial.
No pude seguir reflexionando sobre la incomodidad de las mazmorras, ya que de un portazo se abrió la puerta del aula de Pociones, revelando al profesor Horace Slughorn. Era un hombre viejo, de ya pasados los sesenta años, con media calva blanca y una panza bastante considerable. Tenía un aspecto cansado pero al mismo tiempo jovial. Mi padre me había contado que tenía un selecto club en el que entraban sus alumnos favoritos, véase los empollones, por lo que yo tenía asumido que no iba a entrar en mi vida. Sin embargo, mi padre me había confiado el día antes un libro de lo más extraño, que, según él, haría que sacara "Extraordinarios" en todas las prácticas de Pociones, y lo mismo en los exámenes teóricos si estudiaba concienzudamente de ese libro. No entendía muy bien por qué, pero asumí que debía de echarle cuenta, porque para algo es mi padre y el grandísimo Harry Potter.
-Buenos días, alumnos de primer año -nos saludó el profesor mientras caminaba hacia su mesa.
-Buenos días, Profesor Slughorn -contestamos todos a coro.
-Je, je...veo que este año me ha tocado dar la primera clase a los Gryffindors y Ravenclaws de primero... -observó el profesor-. Bueno, esto no va a ser ninguna clase práctica, ya que muchos de vosotros no tendréis la más remota idea de Pociones. Empezaremos con conocimientos básicos de la materia... ¡Ah, sí! -el hombre me señaló-. Tú eres James Potter, ¿no? He oído hablar mucho de ti. El hijo mayor del famoso Harry Potter, ¡vaya honor!
-Ese soy yo -reí, asintiendo.
-Tu padre fue un buen alumno de Pociones -comentó-. Espero que tú también lo seas, muchacho.
Yo simplemente me encogí de hombros, por no decirle que debería de preocuparse de que la habitación estallase cuando empecemos las prácticas. Fue señalando a muchos otros alumnos de mi curso a los que al parecer conocía, o bien a sus padres o a sus madres. A la mayoría ni los conocía, aunque supe que el padre de Colin, Carter Sealon, había sido su mejor alumno cuando estudiaba en Hogwarts, y que luego estudió para llegar a ser curandero en el hospital de San Mungo, y que ahora es el director del hospital. Había algunos Ravenclaws a los que ni siquiera conocía, pero sí que me quedé con algunos nombres, como Reynie Flynn-Fletcher, Paul Beauregard (el hijo de Cho Chang, cuyo padre era muggle), o Elena Creekwood. También pude reconocer a Simon Nott que, para mi sorpresa, no era un Slytherin, ya que compartía su pupitre con Reynie, charlando amigablemente.
-Me aburro -suspiré, hojeando mi libro de Pociones en un vano intento de distraerme.
-¿Te crees que yo no? -replicó Fred-. Esto es más aburrido que un mitin de tía Hermione sobre la importancia de la cultura muggle.
-Calla, calla -dije, acompañado de un vago movimiento de mano-. No quiero ni recordar el último. ¡Qué pestiño!
Entonces decidí mandarle un mensaje a Alice. Escribí en un trozo de papel y lo encanté con mi varita.
James: ¡Hey, Alice!
Alice: Pff...¿qué quieres?
James: Nada, que me aburro.
Alice: Pues te aguantas. Tengo cosas mejores que hacer. ¡A ver si nos va a pillar Slughorn!
James: Claro, tú siempre tan responsable...
Alice: ¿Quieres dejar de mandarme papelitos, Potter?
James: Es que sino me aburroooooo...
Alice: Pues qué pena. Ya no respondo más.
James: AAAAAALIIIIICEEEEE...
Alice: Pffft...si es que no sé lo que hago contigo, James, no sé lo que hago...
James: ¡Hablemos de algo!
Alice: No me refería precisamente a eso.
James: Oye, me acabo de dar cuenta de que nuestros nombres tienen los dos cinco letras. ¿Guay, eh?
Alice: Súper interesante.
James: ¡A QUE SÍ!
Alice: Se llama sarcasmo, James.
James: Lo mismo digo, Alice.
Alice: ...
James: :-)
Alice: Vale, esto ya no tiene sentido.
James: Pero se pasa el rato...
Alice: Yo quiero atender, James.
James: Toma, y yo, pero es que es demasiado aburrido para mi capacidad cerebral...
Alice: La cual, la verdad, es bastante reducida.
James: ¡Oye!
Alice: Huy, mira, ¡ya ha terminado la clase! ¡Hasta luego!
Di un leve suspiro y guardé el papiro en mi bolsillo, siguiendo a Alice y Fred por los pasillos del colegio. Teníamos ahora Historia de la Magia, y algo me decía que aquella no iba a ser una asignatura interesante...
-¡Qué asignatura más interesante! -exclamó Alice mientras salíamos del aula de Historia de la Magia.
Yo me froté los ojos, como si acabase de despertar de un sueño, o más bien una pesadilla, en el que llevaba sumido una hora.
-Asco de clase... -pude oír cómo murmuraba Fred. Yo, al estar aún medio grogui, pues no pude ni abrir la boca.
-Pero, ¡qué dices! -gritó Alice-. Historia de la Magia es fascinante, ¡me encanta! ¡No puedo esperar a la clase de mañana!
-Yuju -dije con monotonía, para dar a entender que era un sarcasmo.
-No entiendo qué os pasa a los chicos -refunfuñó Alice-. Si no os gustan las clases, no haber venido a Hogwarts.
-Nos obligan de todas formas -bufó Fred, aunque, con una de las miradas asesinas de Alice, se calló.
Aquel iba a ser un largo curso...
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
En el próximo capítulo...¡las pruebas de Quidditch!
-Muchas gracias -masculló entre dientes mientras se sentaba en un pupitre detrás nuestra.
-¿Por qué? -inquirí, fingiendo inocencia.
-No hay que ser muy listo para saber que habéis sido vosotros -replicó Sherwin. Pero luego esbozó una sonrisa afable-. Pero, si creéis que me voy a chivar, no podríais estar más equivocados.
Al poco rato, llegó Colin, que se sentó junto a Sherwin. También había deducido que fuimos nosotros, aunque también prometió callarse. Alice, desde el pupitre de delante, aún parecía enfadada, pero ya se le había pasado un poco.
Una vez tranquilo, me quedé observando el aula. No tenía ventanas al estar en un subterráneo, por lo cual parecía lúgubre y oscura, y pensé automáticamente que no soportaría ser un Slytherin o un Hufflepuff, ya que ellos tienen sus salas comunes bajo tierra, en lugares donde no llega la luz del sol. En las torres, sin embargo, la luz entra por los enormes ventanales todas las mañanas, bañando la habitación de claridad y alegría. Supuse que tendría que ser hasta deprimente vivir en un sitio cuya luz era únicamente artificial.
No pude seguir reflexionando sobre la incomodidad de las mazmorras, ya que de un portazo se abrió la puerta del aula de Pociones, revelando al profesor Horace Slughorn. Era un hombre viejo, de ya pasados los sesenta años, con media calva blanca y una panza bastante considerable. Tenía un aspecto cansado pero al mismo tiempo jovial. Mi padre me había contado que tenía un selecto club en el que entraban sus alumnos favoritos, véase los empollones, por lo que yo tenía asumido que no iba a entrar en mi vida. Sin embargo, mi padre me había confiado el día antes un libro de lo más extraño, que, según él, haría que sacara "Extraordinarios" en todas las prácticas de Pociones, y lo mismo en los exámenes teóricos si estudiaba concienzudamente de ese libro. No entendía muy bien por qué, pero asumí que debía de echarle cuenta, porque para algo es mi padre y el grandísimo Harry Potter.
-Buenos días, alumnos de primer año -nos saludó el profesor mientras caminaba hacia su mesa.
-Buenos días, Profesor Slughorn -contestamos todos a coro.
-Je, je...veo que este año me ha tocado dar la primera clase a los Gryffindors y Ravenclaws de primero... -observó el profesor-. Bueno, esto no va a ser ninguna clase práctica, ya que muchos de vosotros no tendréis la más remota idea de Pociones. Empezaremos con conocimientos básicos de la materia... ¡Ah, sí! -el hombre me señaló-. Tú eres James Potter, ¿no? He oído hablar mucho de ti. El hijo mayor del famoso Harry Potter, ¡vaya honor!
-Ese soy yo -reí, asintiendo.
-Tu padre fue un buen alumno de Pociones -comentó-. Espero que tú también lo seas, muchacho.
Yo simplemente me encogí de hombros, por no decirle que debería de preocuparse de que la habitación estallase cuando empecemos las prácticas. Fue señalando a muchos otros alumnos de mi curso a los que al parecer conocía, o bien a sus padres o a sus madres. A la mayoría ni los conocía, aunque supe que el padre de Colin, Carter Sealon, había sido su mejor alumno cuando estudiaba en Hogwarts, y que luego estudió para llegar a ser curandero en el hospital de San Mungo, y que ahora es el director del hospital. Había algunos Ravenclaws a los que ni siquiera conocía, pero sí que me quedé con algunos nombres, como Reynie Flynn-Fletcher, Paul Beauregard (el hijo de Cho Chang, cuyo padre era muggle), o Elena Creekwood. También pude reconocer a Simon Nott que, para mi sorpresa, no era un Slytherin, ya que compartía su pupitre con Reynie, charlando amigablemente.
-Me aburro -suspiré, hojeando mi libro de Pociones en un vano intento de distraerme.
-¿Te crees que yo no? -replicó Fred-. Esto es más aburrido que un mitin de tía Hermione sobre la importancia de la cultura muggle.
-Calla, calla -dije, acompañado de un vago movimiento de mano-. No quiero ni recordar el último. ¡Qué pestiño!
Entonces decidí mandarle un mensaje a Alice. Escribí en un trozo de papel y lo encanté con mi varita.
James: ¡Hey, Alice!
Alice: Pff...¿qué quieres?
James: Nada, que me aburro.
Alice: Pues te aguantas. Tengo cosas mejores que hacer. ¡A ver si nos va a pillar Slughorn!
James: Claro, tú siempre tan responsable...
Alice: ¿Quieres dejar de mandarme papelitos, Potter?
James: Es que sino me aburroooooo...
Alice: Pues qué pena. Ya no respondo más.
James: AAAAAALIIIIICEEEEE...
Alice: Pffft...si es que no sé lo que hago contigo, James, no sé lo que hago...
James: ¡Hablemos de algo!
Alice: No me refería precisamente a eso.
James: Oye, me acabo de dar cuenta de que nuestros nombres tienen los dos cinco letras. ¿Guay, eh?
Alice: Súper interesante.
James: ¡A QUE SÍ!
Alice: Se llama sarcasmo, James.
James: Lo mismo digo, Alice.
Alice: ...
James: :-)
Alice: Vale, esto ya no tiene sentido.
James: Pero se pasa el rato...
Alice: Yo quiero atender, James.
James: Toma, y yo, pero es que es demasiado aburrido para mi capacidad cerebral...
Alice: La cual, la verdad, es bastante reducida.
James: ¡Oye!
Alice: Huy, mira, ¡ya ha terminado la clase! ¡Hasta luego!
Di un leve suspiro y guardé el papiro en mi bolsillo, siguiendo a Alice y Fred por los pasillos del colegio. Teníamos ahora Historia de la Magia, y algo me decía que aquella no iba a ser una asignatura interesante...
***
-¡Qué asignatura más interesante! -exclamó Alice mientras salíamos del aula de Historia de la Magia.
Yo me froté los ojos, como si acabase de despertar de un sueño, o más bien una pesadilla, en el que llevaba sumido una hora.
-Asco de clase... -pude oír cómo murmuraba Fred. Yo, al estar aún medio grogui, pues no pude ni abrir la boca.
-Pero, ¡qué dices! -gritó Alice-. Historia de la Magia es fascinante, ¡me encanta! ¡No puedo esperar a la clase de mañana!
-Yuju -dije con monotonía, para dar a entender que era un sarcasmo.
-No entiendo qué os pasa a los chicos -refunfuñó Alice-. Si no os gustan las clases, no haber venido a Hogwarts.
-Nos obligan de todas formas -bufó Fred, aunque, con una de las miradas asesinas de Alice, se calló.
Aquel iba a ser un largo curso...
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
En el próximo capítulo...¡las pruebas de Quidditch!
¡Mi propia historia!
Jaja, bueno, el título suena como si fuese la primera vez que escribo algo...pero quiero decir, que últimamente me ha dado por independizarme un poco de los Fan Fictions (no, tranquis, que sigo escribiendo las que tengo ya empezadas). Bueno, al caso, tengo varias ideas para historias originales, y aquí las dejo...
Bueno, ésas son todas, de momento. Espero que os hayan gustado y decidme cuál os gusta más para ver si la empiezo a escribir...
Nicky~!
- Dos años en Londres: Blanca, una chica de catorce años, no se puede creer lo que le está pasando. Su padre, un célebre neurólogo, ha sido concedido dos años de trabajo en Londres, por lo que toda la familia se tendrá que mudar desde la capital de España a la del Reino Unido. ¿Qué pasará cuando Alejandra, de once años, empiece a tener problemas con una chicas de su curso y cuando el pequeño Fernando, de siete años, intente inútilmente comunicarse con los niños de su clase? Y, sobretodo, ¿Qué pasará con las nuevas amistades y líos de Blanca?
- Los Trenes del Verano: ¿Qué pasará cuando las dos amigas Sandra y María se embarquen en su primera aventura a bordo del InterRail en Madrid? Conocerán a Mario, un sarcástico madrileño que se une a su viaje y a Casper Beauregard, un tímido chico francés al que conocen en París, ¡y a muchas personas más! ¡Únete a ellas en su viaje por Europa!
- Noche: Sofía Gutiérrez, una chica de catorce años normal y corriente, tiene una vida algo atareada. Tiene que estudiar un montón para mantener sus pulcros dieces en el instituto, un chico llamado Joaquín no para de insinuar que le gusta ella y para colmo no quiere admitir que le gusta Jaime Castillo, un chico de su clase, el típico payasete inteligente, ni siquiera a sí misma, aunque su mejor amiga, Alejandra Rojas, sí lo sabe. ¿Qué pasará cuando llegue la nueva profesora sustituta, Doña L, y castigue a Sofía, Alejandra, Jaime y Fernando Serna (mejor amigo de Jaime) tras las clases? ¿Y qué pasa si, para colmo, no pueden salir del colegio después del castigo?
Bueno, ésas son todas, de momento. Espero que os hayan gustado y decidme cuál os gusta más para ver si la empiezo a escribir...
Nicky~!
James Potter y el Cetro Secreto - Capítulo 4
Me desperté pronto por la mañana, esperando que nadie estuviese despierto. ¿Por qué? Pues muy fácil, para llevar a cabo mi malvada broma de primer día. Bueno, oye, tranquilos, que no era tan mala. Simplemente una pequeña bromita para fastidiarles un rato.
Contemplé a mis compañeros con una sonrisa maliciosa, y fui a rebuscar en mi baúl, donde confiaba encontrar un bonito regalo, cortesía del tío Fred, padre de mi mejor amigo. Ni siquiera éste sabía que les iba a gastar la broma. Abrí una pequeña bolsita negra de tela, donde encontré un montón de bolitas negras. Sonreí. Eran mini-bombas de tufo. El efecto era el siguiente: se colocaban en alguien dormido y, cuando se levantaban, no notaban nada, pero la bomba explotaba y les daba un olor mofeta increíble, que tardaba al menos tres días en quitarse. Extraje cuidadosamente cuatro de ellas y, cuando me iba a girar para ejecutar mi broma maestra, oí la voz de mi primo:
-¡Buenos días, Jamie!
Puse cara de fastidio. Ya me iba a costar más poner la broma en marcha, teniendo al charlatán de mi primo al lado. Sin embargo, éste se levantó sigilosamente y me sorprendió por la espalda.
-¿Qué haces?
Di un respingo, pero me giré lentamente. Con una simple mirada a la bolsa negra, Fred entendió todo mi plan.
-Bromilla de primer día, ¿eh? -inquirió con una risita-. No está mal, Potter. Nada mal. Pero...no estarías pensando en ponerme a mí una, ¿verdad?
-¿Yo? ¡Qué va! -mentí, tratando de parecer ofendido ante las palabras de mi primo-. Eran para Sherwin, Peter y Colin...eso es todo.
Mi primo arqueó la ceja como si no acabase de creerse mis palabras, pero luego asintió lentamente. Yo, satisfecho, fui a nuestros tres compañeros de dormitorio, y les puse las bombas de tufo sobre la cabeza, enredadas entre sus pelos. Después de nuestra hazaña, hice un gesto afirmativo a mi primo y comenté que sería mejor que nos fuésemos vistiendo, por si se despertaban.
Estábamos ya bien vestidos, estrenando nuestros flamantes uniformes de Gryffindor y nuestras capas de la misma casa, cuando pudimos oír cómo Sherwin se desperezaba tranquilamente.
-Hmm... -musitó el chico, levantándose lentamente. Cuando sus ojos se ajustaron a la luz del día, nos saludó-. Buenos días, chicos.
Los dos saludamos sin decir palabra alguna porque, si hubiésemos abierto la boca, lo único que hubiera salido de allí eran risotadas. Aunque el tufo no comenzaba a aparecer en un cuarto de hora, sabíamos que la bomba ya había explotado en la cabeza de Sherwin, convirtiéndose en un líquido apestoso que no tardaría mucho en surtir efecto. Al poco rato, lo siguió Colin y, tras éste, Peter. Estupendo. Todos parecían tan tranquilos...¡no podía esperar a que se diesen cuenta!
Los cinco bajamos a la sala común, donde las chicas charlaban. Alice estaba allí esperándonos, a Fred y a mí, cosa que me hizo extrañamente feliz. Bueno, supongo que es porque es mi mejor amiga, y ya está. Cuando llegamos nosotros dos, las cinco chicas nos saludaron alegremente, pero cuando llegaron los otros tres, que nos seguían a pocos metros (habíamos tomado la precaución de no acercarnos demasiado, por si se nos pegaba el olor), las chicas pusieron caras de disgusto.
-¡Daos una ducha, por favor! -exclamó Molly, tapándose la nariz.
-A eso, los muggles lo llaman pestazo -rió Zoe.
-¿Qué pasa? -inquirió Sherwin, mirándose el chaleco de Gryffindor, como si buscase alguna mancha en él.
-Oléis a mofeta -explicó Alethia con una risita.
-No, creo que las mofetas huelen mejor que ellos -corrigió Katniss, sin poder aguantar la risa.
Los tres chicos, dándose por aludidos, protestaron que se habían duchado la noche anterior, ante lo cual Alice replicó con sorna:
-Pues no lo parece, bonitos, oléis peor que pescado pasado.
En el momento en el que Peter fue a pasarse la mano por sus pelos castaños alborotados, notó un líquido pegajoso entre sus cabellos y, con disgusto, tomó un poco con el dedo, se lo acercó a la nariz y lo olió.
-¡Asqueroso! -exclamó el muchacho.
-¿Cómo habrá pasado esto? -inquirió Sherwin.
-¡Qué mal olemos! -se lamentó Colin.
-James... -empezó Alice, echándome una mirada asesina. Yo me llevé el dedo índice a los labios, como para indicarle que se callase por ahora. La chica profirió un enfadado bufido, pero no dijo nada.
-Qué lástima, ¿no? -comentó Fred. Luego se giró hacia mí-. Vamos a desayunar, James. Me muero de hambre.
Y así dejamos a nuestros tres compañeros de dormitorio, con las chicas profiriendo risitas y Alice matándonos con la mirada.
domingo, 3 de abril de 2011
Pokémon Internado - Capítulo 5
Parecía increíble que ya llevasen una semana allí, en el colegio. Era sábado, y, para la suerte de los jóvenes, no había clases. Habían organizado una visita a la playa, para poder relajarse un rato después de la semana de clases, por lo que todos se reunieron tras el desayuno en la plaza central de los jardines, listos para marcharse. Los chicos llevaban los bañadores y camisetas, mientras que las chicas llevaban bikinis y vestidos de playas, todos acompañados por sandalias. Ash era el encargado de llevar la cesta con el almuerzo, que muy amablemente les habían empaquetado las cocineras.
-¿Te ayudo? -se ofreció Aura dulcemente, agarrando la otra asa de la cesta.
-Eh...gracias -murmuró Ash, sonriendo. Los dos comenzaron la marcha tras sus amigos, que iban charlando de formas muy distintas. Helio y Selena iban hablando, agarrados de la mano, al igual que Maya y Kenny. Ethan, por otra parte, le estaba contando algún chiste a Lyra, que no hacía más que reír, mientras que Mario y Sandra hablaban, algo tímidamente, aunque esto no impedía que la chica esbozase alguna sonrisa con los comentarios del muchacho pelirrojo.
Tras un breve paseo, llegaron al litoral de la isla. Era una playa de arena blanca y fina, de grandes aguas cristalinas, más resplandecientes que las de cualquier otra costa que los chicos hubiesen visto. Claro, como en aquella isla había un número muy reducido de habitantes y a penas existía la contaminación, el agua era perfecta y natural.
Los más impacientes, como Maya, Kenny, Ethan y Lyra, se fueron directamente a bañarse, mientras que los otros se quedaron en la arena, instalando las toallas y sentándose.
Maya metió los pies en el agua, observando el océano ante ella. Estaba tan ensimismada en el paisaje que no notó cómo dos brazos la agarraban de la cintura y la impulsaban hacia el agua, de cabeza.
-¡KENNY! -gritó-. ¡NI SE TE...!
Pero ya era demasiado tarde. Los dos aterrizaron en el agua, salpicando todo a su alrededor, y tras unos instantes, los dos emergieron a la superficie, riendo.
-¡Idiota! -exclamó Maya, sin poder parar de reír, y le echó un chorro de agua encima.
-Ya lo sé -bufó Kenny, salpicándole.
Lyra empezó a nadar lentamente, haciendo círculos en el agua, hasta que Ethan se tiró en bomba junto a ella.
-¡Hola! -exclamó el amistoso joven.
La chica rió suavemente ante la actitud siempre tan positiva y alegre de Ethan, que sonreía como un idiota a su lado.
-¡Carrera hasta las rocas! -propuso ella entonces, empezando a nadar.
-¡Eh, no vale! ¡No has avisado! -protestó el chico, lanzándose tras ella.
Desde la arena, los otros seis también se divertían. Helio y Selena estaban construyendo un castillo de arena, Mario y Sandra jugaban al volley-playa, y Ash y Aura simplemente estaban sentados en la arena.
-Bueno, creo que me voy a dar un baño -anunció Ash, levantándose de golpe.
Oh, no, se va a quitar la camiseta...pensó Aura. En pocos instantes, sus pensamientos se hicieron realidad, cuando Ash se retiró la camiseta blanca y se dirigió al agua. Si hubiera tenido un espejo en aquel momento, Aura podía apostar que estaba toda roja, pero en seguida siguió a los demás al agua, donde los bañistas organizaron un juego. Mientras tanto, Mario y Sandra seguían con su juego.
-Eres muy buena -apuntó Mario.
-Gracias -dijo Sandra, recogiéndose el pelo en una coleta.
-¡Eh, chicos! -llamó Helio a los demás-. Ya es hora de almorzar.
Los diez se arremolinaron alrededor de la cesta, de la cual sacaron los almuerzos: filetes empanados, ensalada, y helados de chocolate.
-¡Hummm! ¡Qué rico! -exclamó Ash.
-Glotón -le acusó Ash, riendo.
-Sí, lo admito. ¡Soy todo un glotón!
-Eso ya lo sabemos, Ash -terció Ethan-. ¡Pero venga, vamos a comer!
Todos se sentaron en la arena, empezando a engullir los almuerzos. Al estar tan exquisitos, se los comieron en poquísimo tiempo, y luego siguieron con los juegos hasta el atardecer, cuando volvieron del agua para secarse con las toallas y marcharse de vuelta al colegio. Mientras volvían, Ethan comentó a Lyra:
-Buff, el lunes tenemos un examen de Mates.
-Es verdad -convino Lyra-. No me preocupa demasiado, voy bien en Mates.
-¿Podrías...ayudarme? -preguntó, ojeando a la chica. Era una ocasión perfecta-. Podemos ir mañana a la biblioteca.
-Me parece bien -dijo Lyra, sonriendo-. Nos vemos mañana a las diez en la biblioteca, ¿vale?
El chico asintió, y miró a Lyra con expresión agradecida, pero, al oír las llamadas de sus amigos, se despidió con un ademán y corrió hacia ellos.
-Ahora sólo tengo que pensar cómo se lo voy a decir con el libro en las manos... -suspiró el muchacho, con preocupación en el rostro por primera vez en mucho tiempo.
Pokémon Internado - Capítulo 4
Maya estaba sola en su dormitorio, hojeando una revista antes de irse a dormir. No había nada interesante, por lo que dio un leve suspiro y la dejó encima de la mesita de noche, dispuesta a dormir. En aquel momento, empezó a rebuscar en la maleta que había traído consigo, en busca de su pijama, para ir a cambiarse, pero en la búsqueda encontró un papel de fotografía desgastado y doblado por la mitad. La chica, sin recordar lo que era, lo desdobló y encontró una foto de ella y Kenny en el Lago Veraz, cuando no contaban más de ocho años. Maya sonrió al recordar aquellos buenos tiempos en los que aún eran niños y Maya aún no podía sentir nada por él. Tras esto, colocó la foto en su sitio y empezó a rebuscar en su maleta de nuevo. En esta ocasión, encontró un pequeño sombrero amarillo con una flor mustia dentro.
-Pero ¿qué es esto? -rió Maya, cogiendo la flor. En ese mismo instante, un recuerdo le vino a la cabeza.
Maya estaba sentada en el patio de la escuela, llorando. Tenía la cara hundida entre las rodillas, y los ojos rojos de llorar. Llevaba así todo el día, desde que su padre se fue. ¿Por qué habría sido? No lo entendía. Su mamá le había dicho que no podían seguir viviendo juntos y que su papá se iba. ¡No era justo! Ella quería mucho a su papá, y por eso había pasado horas enteras llorando, sola en un rincón del patio. Hasta un momento en el que sintió una voz llamándola.
-Maya...
La niña levantó la cabeza para encontrar a Kenny sonriéndole comprensivamente, con un tulipán en la mano. Era rojo y grande, y se lo ofreció a su amiga.
-Eres muy buena y no te mereces estar triste -alegó el niño mientras le hacía entrega de la flor.
La niña se limpió las lágrimas de la cara y sonrió a su amigo.
Maya sonrió. Siempre había tenido aquella flor cerca de sí, ya que era un símbolo de su amistad. Aunque ahora estuviese mustia, para ella significaba lo mismo. Sonrió mientras dejaba el sombrero con el tulipán dentro y se cambiaba al pijama. Aún pensando en todas las aventuras que habían vivido de pequeños, Maya se fue a dormir, apagó la luz y se metió en su cama. A los pocos segundos, oyó el rebotar de un objeto en la ventana de su dormitorio. Levantó la cabeza pero, al no ver nada, volvió a la cama, pero, instantes más tarde, volvió a escuchar aquel golpe. Cansada, fue a la ventana, la abrió y sintió cómo una pelota de goma le rebotaba en la cabeza.
-¡Ay! -exclamó, frotándose la frente. Miró hacia abajo, y encontró los ojos de Kenny, que la llamaba al jardín. La chica, que no tenía ni idea de qué estaría tramando aquel chico, bajó corriendo hasta los jardines, donde encontró a Kenny-. ¿Qué quieres? -quiso aparentar fastidio, pero en realidad estaba contenta.
-Nada, solamente me aburría, DiDi -replicó Kenny con una sonrisa juguetona.
-¡No me llames así! -exclamó la enfadada muchacha.
-Da lo mismo -dijo despreocupadamente, haciendo un gesto negativo con la cabeza-. Solamente quería ofrecerte un trato.
-¿Qué tipo de trato? -inquirió Maya con curiosidad.
-Yo te digo quién me gusta si tú me dices quién te gusta -ofreció Kenny con una sonrisa pícara.
Maya se mordió el labio inferior, dudando qué debería hacer. Finalmente, asintió y dijo:
-Te doy pistas. La primera es que es muy amigo mío.
-Ash... -murmuró Kenny con frustración.
-...y me dio un tulipán rojo cuando teníamos cinco años -concluyó Maya, sonriendo tímidamente.
Kenny la miró sin comprender, pero instantes después se iluminó su rostro y sonrió desmesuradamente, pero no tuvo tiempo de contestar porque Maya se inclinó hacia delante y le plantó un beso. Tras unos instantes, Maya se separó de él, y le preguntó:
-Y tú, ¿qué? ¿Quién te gusta?
-Dicen que cuando un chico fastidia a una chica, significa que esa chica le gusta -explicó Kenny lentamente-. Pero eso no es verdad conmigo. Yo no te fastidio porque me gustes, te fastidio porque te quiero.
...
...
...
¡Aiis! ¡Cuánto me ha gustado escribir esto! Bueno, en realidad es una adaptación de mi historia colgada en FanFiction, "The Yellow Hat". ¡El próximo capítulo tendrá más acción!
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