Me desperté pronto por la mañana, esperando que nadie estuviese despierto. ¿Por qué? Pues muy fácil, para llevar a cabo mi malvada broma de primer día. Bueno, oye, tranquilos, que no era tan mala. Simplemente una pequeña bromita para fastidiarles un rato.
Contemplé a mis compañeros con una sonrisa maliciosa, y fui a rebuscar en mi baúl, donde confiaba encontrar un bonito regalo, cortesía del tío Fred, padre de mi mejor amigo. Ni siquiera éste sabía que les iba a gastar la broma. Abrí una pequeña bolsita negra de tela, donde encontré un montón de bolitas negras. Sonreí. Eran mini-bombas de tufo. El efecto era el siguiente: se colocaban en alguien dormido y, cuando se levantaban, no notaban nada, pero la bomba explotaba y les daba un olor mofeta increíble, que tardaba al menos tres días en quitarse. Extraje cuidadosamente cuatro de ellas y, cuando me iba a girar para ejecutar mi broma maestra, oí la voz de mi primo:
-¡Buenos días, Jamie!
Puse cara de fastidio. Ya me iba a costar más poner la broma en marcha, teniendo al charlatán de mi primo al lado. Sin embargo, éste se levantó sigilosamente y me sorprendió por la espalda.
-¿Qué haces?
Di un respingo, pero me giré lentamente. Con una simple mirada a la bolsa negra, Fred entendió todo mi plan.
-Bromilla de primer día, ¿eh? -inquirió con una risita-. No está mal, Potter. Nada mal. Pero...no estarías pensando en ponerme a mí una, ¿verdad?
-¿Yo? ¡Qué va! -mentí, tratando de parecer ofendido ante las palabras de mi primo-. Eran para Sherwin, Peter y Colin...eso es todo.
Mi primo arqueó la ceja como si no acabase de creerse mis palabras, pero luego asintió lentamente. Yo, satisfecho, fui a nuestros tres compañeros de dormitorio, y les puse las bombas de tufo sobre la cabeza, enredadas entre sus pelos. Después de nuestra hazaña, hice un gesto afirmativo a mi primo y comenté que sería mejor que nos fuésemos vistiendo, por si se despertaban.
Estábamos ya bien vestidos, estrenando nuestros flamantes uniformes de Gryffindor y nuestras capas de la misma casa, cuando pudimos oír cómo Sherwin se desperezaba tranquilamente.
-Hmm... -musitó el chico, levantándose lentamente. Cuando sus ojos se ajustaron a la luz del día, nos saludó-. Buenos días, chicos.
Los dos saludamos sin decir palabra alguna porque, si hubiésemos abierto la boca, lo único que hubiera salido de allí eran risotadas. Aunque el tufo no comenzaba a aparecer en un cuarto de hora, sabíamos que la bomba ya había explotado en la cabeza de Sherwin, convirtiéndose en un líquido apestoso que no tardaría mucho en surtir efecto. Al poco rato, lo siguió Colin y, tras éste, Peter. Estupendo. Todos parecían tan tranquilos...¡no podía esperar a que se diesen cuenta!
Los cinco bajamos a la sala común, donde las chicas charlaban. Alice estaba allí esperándonos, a Fred y a mí, cosa que me hizo extrañamente feliz. Bueno, supongo que es porque es mi mejor amiga, y ya está. Cuando llegamos nosotros dos, las cinco chicas nos saludaron alegremente, pero cuando llegaron los otros tres, que nos seguían a pocos metros (habíamos tomado la precaución de no acercarnos demasiado, por si se nos pegaba el olor), las chicas pusieron caras de disgusto.
-¡Daos una ducha, por favor! -exclamó Molly, tapándose la nariz.
-A eso, los muggles lo llaman pestazo -rió Zoe.
-¿Qué pasa? -inquirió Sherwin, mirándose el chaleco de Gryffindor, como si buscase alguna mancha en él.
-Oléis a mofeta -explicó Alethia con una risita.
-No, creo que las mofetas huelen mejor que ellos -corrigió Katniss, sin poder aguantar la risa.
Los tres chicos, dándose por aludidos, protestaron que se habían duchado la noche anterior, ante lo cual Alice replicó con sorna:
-Pues no lo parece, bonitos, oléis peor que pescado pasado.
En el momento en el que Peter fue a pasarse la mano por sus pelos castaños alborotados, notó un líquido pegajoso entre sus cabellos y, con disgusto, tomó un poco con el dedo, se lo acercó a la nariz y lo olió.
-¡Asqueroso! -exclamó el muchacho.
-¿Cómo habrá pasado esto? -inquirió Sherwin.
-¡Qué mal olemos! -se lamentó Colin.
-James... -empezó Alice, echándome una mirada asesina. Yo me llevé el dedo índice a los labios, como para indicarle que se callase por ahora. La chica profirió un enfadado bufido, pero no dijo nada.
-Qué lástima, ¿no? -comentó Fred. Luego se giró hacia mí-. Vamos a desayunar, James. Me muero de hambre.
Y así dejamos a nuestros tres compañeros de dormitorio, con las chicas profiriendo risitas y Alice matándonos con la mirada.
¡Genial!
ResponderEliminarMe dan pena los compañeros de James... mira que gastarles esa broma...
Alice es super mona, me da que James acabará con ella en un futuro ^^
Jajajajjajajajaja
Por favor, continua pronto.