sábado, 2 de abril de 2011

James Potter y el Cetro Secreto - Capítulo 2

Me quedé mirando el paisaje de Derbyshire mientras cruzábamos velozmente hacia el norte de Inglaterra, donde se hallaba el castillo de Hogwarts. Iba concentrado en los bosques que nos rodeaban, ausente de todo lo demás a mi alrededor. Podía oír a Alice y Fred hablar, pero no lograba procesar sus palabras en mi mente. No sabía por qué, pero no podía despegar la vista de los bellos paisajes que nos rodeaban.

-¿Verdad, James? -inquirió Fred con una risotada. Pude deducir que se trataba de la conclusión a la narración de alguna de nuestras aventuras en el verano, cuando estábamos todos en La Madriguera-. ¿Verdad?

-¿Eeh? -sacudí la cabeza, distraído. No sabía qué me había dicho, por lo que me limité a asentir-. Sí, sí.

-No tienes ni idea -sentenció Alice, con una sonrisa.

-Como me conoces -repliqué, sonriendo tímidamente. La verdad es que yo también la conocía a ella bastante bien. Nos conocíamos desde muy pequeños, ya que nuestros padres trabajaban juntos, y nos veíamos mucho en el Caldero Chorreante, del cual era dueña su madre, Hannah Longbottom-Abbot. No pasaba más de una semana sin que nos viésemos, y ahora nos iban a ver todos los días, trabajando codo con codo. No sabía bien por qué, pero aquello me hacía tanta ilusión que no podía esperar a llegar a la escuela.

-¿Algo del carrito, chicos? -preguntó la amable anciana del carrito.

-Yo quiero cinco ranas de chocolate, dos calderos de chocolate y tres cajas de grageas de todos los sabores -dijo Alice.

-Lo mismo para mí -indicó Fred.

-Yo quiero un poco de todo -finalicé. Mis dos amigos se giraron hacia mí con rostros sorprendidos. Yo simplemente me encogí de hombros-. ¿Qué? Necesito que me duren hasta las vacaciones de Navidad.

-Glotón -me acusó Alice, aún sonriendo.

Cuando la señora del carrito hubo descargado todo en el compartimento, se despidió con un ademán y partió hacia el siguiente compartimento. Cada uno empezó a engullir sus golosinas, salvo yo, que guardé todo en mi mochila.

-Además de glotón, rácano -se mofó Fred, masticando una gragea-. Ugh. Sabe a brocoli.

-¡Qué asco! -comentó Alice, asqueada-. Esta sabe a...¡papel!

-Déjame probar -pedí, lanzando una bola rosácea en mi boca. La saboreé durante unos instantes y luego concluí:-. Sabe a ternera.

-Pues vaya suerte -dijo Fred, tragando su segunda gragea-. Esta sabía a gasolina.

-¿Y tú cómo sabes cómo sabe la gasolina? -inquirió Alice con curiosidad.

-Y yo qué se. Como el olor, digo yo.

Reí con interés a la conversación entre mi primo y mi amiga, que cada vez cobraba menos y menos sentido.

***

Ya estaba anocheciendo. Faltaba poco para llegar a la frontera con Escocia, y nos acababan de anunciar que quedaban cinco minutos para llegar a la estación de Hogsmeade. Cuando llegásemos allí, Hagrid nos recogería a los de primero y nos llevaría en los botes hasta el castillo.

Cuando nos bajamos del tren, pude ver al enorme amigo de mi padre, que nos esperaba con la luz de un farolillo encendida.

-¡Los de primer año! -nos llamaba con su grave voz. Al vislumbrarnos, una sonrisa se dibujó en su colosal rostro-. ¡James! ¡Fred! ¡Alice!

-¡Hagrid! -exclamamos los tres al unísono, acercándonos al semi-gigante. En aquel momento, nos dimos cuenta de que éramos los únicos que faltaban del primer año, así que seguimos al gigante y al resto de alumnos en los botes, en los cuales nos colocamos de cuatro en cuatro, con un chico llamado Kevin Bones. La oscuridad no nos permitía ver más allá de un par de metros, y la luna se reflejaba en las aguas cristalinas del lago. En la distancia, pude distinguir una tenue luz, luego dos, y después tres. No terminé de contarlas, ya que un número sin fin de luces iluminaron el lago, dejando paso a la oscura figura del castillo de Hogwarts, hecho en dura piedra caliza y con cuatro enorme torreones disparándose hacia el cielo. La gran puerta nos esperaba abierta, y podía ver cómo los últimos de los carruajes entraban por ella. Tan sólo faltábamos nosotros, los de primer año.

Mientras desembarcaba, no cabía en mí de la emoción. En pocos instantes culminaría mi sueño, entraría en el castillo de Hogwarts por primera vez en toda mi vida. Ya nada importaba, el hecho de estar allí era tan abrumador que ni siquiera podía creerlo. Aún recuerdo qué pie puse en el castillo primero: mi suertudo izquierdo, con el cual pisé el frío mármol de la monumental entrada del castillo de Hogwarts por primera vez en mi vida.

2 comentarios:

  1. ¡¡Alucinante!!
    Ayer es que me fui a la cama un poco pronto porque no podía ni con mi alma, por lo que no pude leerlo, pero ¡qué sorpresa más agradable!
    Me encanta el James que has retratado, ¡parece tan despistado!
    Jajajajajajajajaja
    Espero leer prontito ^^

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  2. Jeje, me encantan tus historias, espero que escribas muchas más porque eres fantástica. Me he puesto a seguir el blog, y leeré cada capítulo que escribas ^^

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